sábado, 8 de diciembre de 2007

El leñador, caperucita y el lobo.



Vivimos en una época en la que el puritanismo está en alza, en la que conductas patológicas, delictivas y, sin duda, aborrecibles, como la pedofilia, están siendo utilizadas como excusa para imponer una moral sexual restrictiva. Es en este río revuelto, contexto de confusión y caldo de cultivo para el extremismo, en el que películas como El leñador cobran un redoblado valor discursivo e histórico. No caer en la truculencia para reflexionar de manera comedida y humana sobre la pederastia, es algo difícil en EEUU y en cualquier otra parte del mundo, pues el riesgo de que la sobriedad sea malinterpreta es altamente probable. La película de la debutante Nicol Kassell sigue esta arriesgada senda, que ya fue tomada en su día por cintas como De nens o Capturing the Friedmans. La película retrata de manera sobrecogedora los fantasmas interiores de un pederasta que ha cumplido condena, magistralmente interpretado por Kevin Bacon, y reflexiona sobre la reinserción, el (auto)rechazo y la reincidencia. Aunque el desenlace del film destruye parte de su alegato compasivo, pues la redención es alcanzada mediante la agresión a otro pederasta, ello no es más que una prueba de la complejidad del asunto y del desprecio que el protagonista siente por sí mismo.

1 comentario:

lenoreanabel dijo...

Hola Nando!!! Ya te tengo en mis favoritos de mi blog. Así podré leerte. He visto rec, madre mía! mañana te comento en persona, qué acojone!! ;-) petons. Anabel.

p.d. no he visto esta peli pero me la apunto.