viernes, 24 de julio de 2009

Asalto al tren del Pelma (de Tony Scott).


Hay que reconocer que el nuevo trabajo del pequeño de los Scott sabe generar (y mantener) las expectativas durante la primera mitad del metraje. La adaptación a los tiempos actuales de la película de Joseph Sargent, Pelham uno, dos, tres (1970), inicialmente nos hace intuir un thriller post-11S que explota la temática del miedo a la amenaza terrorista y que diluye las fronteras morales entre “buenos” y “malos”.


El adrenalítico (y mareante) estilo de Scott resulta en esta fase plenamente justificado ante el clima de peligrosa y crispada tensión que se nos narra, y el aporte cualitativo viene dado por el tête à tête entre Washington y Travolta, un duelo actoral en el que el afroamericano persevera en su rol de héroe de calle y Travolta se reinventa (memorable su interpretación de macarra taleguero y sin escrúpulos) abriéndose muchas puertas de cara a futuros proyectos.


Por desgracia, todas estas buenas sensaciones se borran de un plumazo durante el último tercio del film, momento en el que Scott introduce elementos de guión forzadísimos y redirige su sugerente arranque hacia el convencional discurso del héroe de a pie. Un discurso narrativo donde el ciudadano medio que se sacrifica por los demás vence todas las adversidades habidas y por haber, y en el que se pueden entrever eslóganes de lo más patrioteros. La típica americanada, hablando alto y claro. Asi pues, nos encotramos ante una prometedora película que, finalmente, se queda en un dinámico aunque mero entretenimiento.

jueves, 23 de julio de 2009

El chico del té: el nuevo Apu.





Pese a las unánimes alabanzas recibidas por parte de la mayoría de críticos, lo último del británico Danny Boyle (Trainspotting) es un film interesante aunque prescindible, una película que, lamentablemente, baja del 8 al 6 de forma vertiginosa durante su desarrollo.


Notable en su arranque, Slumdog Millionaire combina la serie negra con el cine de denuncia de herencia hindú (Satyajit Ray). Lo hace con resolución, valiéndose de una atractiva estructura fragmentada y de un estilo frenético de estética videoclipera.


Esta vistosa y efectiva mixtura acaba diluyéndose en su último tercio a causa de un desenlace irritantemente complaciente (happy end), una resolución radicalmente opuesta a la indudable carga trágica que la historia posee. Los créditos finales, una divertida coreografía a lo bollywood, consiguen aliviar en algo (no del todo) la sensación de decepción