jueves, 6 de diciembre de 2007

Los relatos eternos en Spiderman, de Sam Raimi.



Tal y cómo afirma el catedrático en Comunicación Audiovisual Román Gubern, “las protofantasías perduran a lo largo de los siglos bajo diferentes ropajes, que las acomodan a su tiempo”. Así, ni el cómic, ni el cine han podido desvincularse de los relatos tradicionales.
Basándonos en esta premisa, el primer elemento simbólico, el más evidente y primario que contiene el personaje de Spiderman, es el de la antropomorfización del mundo animal, costumbre a través de la cual muchos de los ritos y creencias de las sociedades más primitivas proyectaban cualidades animales en el hombre y a la inversa: Spiderman aúna en su forma características humanas y arácnidas.
Tampoco es descabellado convenir que Spiderman, entre otras cosas, adapta a nuestro actual contexto los antiguos relatos heroicos de las tradiciones mitológicas y folklóricas. Nuestro superhéroe, como los héroes greco-romanos de antaño, no sólo posee habilidades sobrehumanas, sino que además ciertos rasgos idealizados de su personalidad (altruismo, sacrificio y entrega) le conducirán a utilizar estas habilidades en beneficio de la humanidad, protagonizando de paso hazañas extraordinarias por las que se hace famoso. La acomodación a la que Gubern hace referencia la hallamos en el hecho de que Spiderman es un personaje adaptado a nuestra realidad, es decir, su alter ego, Peter Parker, es un muchacho con los problemas y las inquietudes de cualquier veinteañero de nuestros días, y con este propósito, el de conectar con los jóvenes lectores de la década de los 60, el personaje fue diseñado y pensado por sus creadores, el guionista Stan Lee y el ilustrador Jack Kirby. Muchos otros son los elementos argumentales que permanecen, y el hecho de que P. Parker sea huérfano no es gratuito ni casual: destacados héroes de las tradiciones de la edad antigua eran hijos adoptados, Rómulo y Remo y Moisés sin ir más lejos.
Pese a sus heroicidades, vemos que Spiderman despierta ciertas reticencias entre parte de la población de Nueva York. Este recelo servirá de caldo de cultivo a la campaña de desprestigio que emprende el periódico Daily Bugle contra el hombre-araña; sin duda, el miedo que el superhéroe inicialmente despierta viene dado por el aspecto misterioso que le confiere su disfraz y por las connotaciones siniestras que para el subconsciente colectivo acompañan al insecto que le representa: la araña, un artrópodo desagradable y venenoso.
El disfraz azul y rojo de Spiderman está complementado por líneas negras entrecruzadas en espiral, en clara alusión a la telaraña y a la sensación de dinamismo que expresa una figura como la espiral (no olvidemos que Spiderman es un superhéroe extraordinariamente ágil y flexible, un saltimbanqui de los rascacielos). El diseño de su capucha, por su parte, procede de las máscaras que los luchadores mexicanos de wrestling utilizaban y utilizan en el ring, un complemento vistoso que les confiere un halo de misterio muy atractivo para el público. Disfraz y la máscara son 2 elementos que de nuevo encuentran su significado en el uso común que tradicionalmente se les ha dado en muy diversas culturas, tanto actuales como del pasado. Ambos han sido siempre relacionados con la ocultación y el fingimiento, funciones que hallan su máxima expresión en algunos rituales tribales de carácter religioso, en la festividad de Carnaval, y en las representaciones teatrales del teatro chino y de la comedia de arte.
Respondiendo a otro tipo de relato eterno, el del personaje dual, hemos de señalar la evidencia de que Peter Parker, mediante el uso de la máscara y el disfraz, desdobla su personalidad en 2 caracteres bien distintos. Por un lado, Peter Parker es un joven de apariencia débil, carácter tímido y con escaso o nulo magnetismo. Su alter ego, en cambio, es un héroe decidido, valiente y seguro de sí mismo; hace un uso ostensible (casi exhibicionista) de sus habilidades. Los poderes sobrehumanos que posee son el centro de atención de todo el mundo, bien por admiración, bien por el temor que provocan. Cuando P. Parker se enfunda su traje, su carácter cambia por completo, y así su timidez se desvanece, transformándose en osadía, ingenio e incluso gracia y desparpajo verbal. Pese a estas remarcables diferencias, la esencia moral de los dos caracteres no experimenta grandes cambios, pues Parker es de una bondad pasiva y acomplejada, y Spiderman es un activo benefactor. Si en alguien se ve perfectamente reflejada la dualidad moral es en el antagonista de la historia: El Duende. N. Osborn es un empresario de éxito, influyente y adinerado, que pasa por ser una persona altruista, preocupada por el progreso y el bienestar de los ciudadanos. Sin embargo, cuando se enfunda el traje de El Duende y hace un uso malévolo de sus poderes, se convierte en un ser moralmente mezquino, un individuo despreciable que ambiciona el poder, y que no tiene el más mínimo remilgo en utilizar la violencia con tal de detentarlo. La doble naturaleza de las cosas ha sido ampliamente tratada en numerosos relatos y religiones, desde el taoísmo (el ying y el yang), hasta la novela de Robert Louis Stevenson El extraño caso del Doctor Jeckyll y Mr. Hyde. Todo este tipo de relatos y creencias sobre la dualidad hacen referencia a la constante pugna que en la naturaleza existe entre 2 fuerzas opuestas.

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