jueves, 13 de diciembre de 2007

Esa amante inoportuna que se llama Soledad.







Una noche de invierno, un guardia jurado, una maestra de secundaria y una joven violonchelista que esperan un autobús urbano en una parada cualquiera, asisten atónitos al abandono de un pequeño perro en plena calle. No se conocen, y difícilmente sus vidas vuelvan a cruzarse. A partir de este encuentro anecdótico, de este intrascendente nexo, 53 días de invierno reseguirá la rutina diaria de estos tres personajes a lo largo de 53 jornadas, ahondará en la existencia de tres personas de a pie cuyas vidas están marcadas por la soledad y el mudo desespero.


Rodada en diferentes localizaciones de Barcelona, la segunda película de la catalana Judith Colell es un melodrama social, una historia coral y urbana sin apenas artificios. Según la directora: "Ésta es una película que habla de la soledad y la fragilidad de la vida. Sus tres personajes protagonistas están solos, tan solos como cualquiera de nosotros, y son frágiles, también como cualquiera de nosotros. No hace falta que pasen grandes cosas para que nuestras vidas se resquebrajen. A menudo, un pequeño e irrelevante detalle se convierte en el detonante que remueve nuestro mundo y hace que este se tambalee hasta el límite".


Aunque Colell afirma que en la producción de la película ha tenido como referentes 21 gramos y Amores perros, su estilo es deudor de cineastas autóctonos como León de Aranoa, Cesc Gay y Jaime Rosales, pues denota un dramatismo contenido, un intimismo conmovedor y una fuerte empatía con los personajes, unos personajes, dicho sea de paso, sobriamente interpretados por un reparto que sabe combinar equilibradamente veteranía y juventud.

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