martes, 17 de agosto de 2010

The boys are back in town


Los mercenarios es un producto cinematográfico que no engaña a nadie y que ofrece lo que se prometió desde el primer día en que se gestó el proyecto: acción de los 80 con los medios técnicos del 2010. Aparentemente, esto es algo que El equipo A, desde una perspectiva semblante, también promete y consigue sin demasiado esfuerzo, de manera razonablemente satisfactoria. ¿En que se diferencian, pues, The expendables de las nuevas andaduras de Hannibal Smith y sus hombres?

Fácil: en su inteligente y eficaz explotación de la mitomanía más macarra (el elenco de la película de Stallone es difícilmente superable) y, sobre todo, en su voluntad autorreferencial, una voluntad consciente y muy marcada que minimiza la importancia del argumento haciéndolo básico, casi ridículo.

Esta voluntad autorreferencial va desde el guiño directo a la realidad (me refiero a la escena que protagonizan Willis, Arnold y Stallone), hasta la acción hiperbólica (explosiones y desmembramientos son más propios del gore y el anime que de un film al uso), pasando por la parodia no declarada (inconsciente, diría yo) y una evidente nostalgia. Una cualidad autorreferencial que distingue y ensalza a la nueva película de Stallone con respecto a otros films similares, pero que sin embargo se queda corta, dejando la sensación final de que la veta se podría haber explotado mucho más, emplazándonos a una segunda parte para ver lo que da de sí. Mientras tanto, abróchense los cinturones y diviértanse. La ocasión lo merece.

Lo mejor: El personaje interpretado por Mickey Rourke y la BSO (Thinn Lizzy, John Fogerty)
Lo peor: Que la broma se podría haber estirado muuuucho más.

sábado, 7 de agosto de 2010

Consideraciones sobre Christopher Nolan.


De entre todas las cualidades narrativas que C. Nolan posee, quizá la más destacable y personal sea su capacidad de solemnizar el relato. Su poder de convicción a la hora de insuflar importancia y carga trágica a cuanto nos narra es lo que hace que sus películas, a ojos de un espectador impresionable, trasciendan los referentes y/o temáticas a las que esas mismas películas nos remiten. Es por ello que gran parte del público considere superiores sus incursiones en la franquicia Batman que las que realizara en su día Tim Burton, o menosprecie injustamente un film tan notable como El ilusionista en favor de otro de similar calado como es El truco final.

Algo parecido es lo que sucede con Origen. Se trata de un film que retoma punto por punto el ítem de la virtualidad y de la posibilidad de moldear los sueños y solaparlos confusamente con lo real. Un asunto que, aunque tratado ampliamente en anteriores cintas de sci-fi (como Matrix, Abre los ojos, Días extraños o Desafío total), con la excelente arquitectura narrativa de Nolan adquiere para la mayoría una seriedad tan profunda, una pompa tan irresistiblemente seductora, que hace que se olvide casi por completo que dicha temática de novedosa no tiene casi nada.

BABEL 2


Tragedia contemporánea cuya narrativa nos es planteada a modo de historias entrecruzadas. El sueco Lukas Moodysson aborda la globalización y sus penurias (inmigración, explotación, desigual reparto de la riqueza) a través de las historias que les acontecen a tres personajes íntimamente interconectados: un creativo de videojuegos que viaja a Tailandia para firmar un importante contrato, una niñera filipina que emigra a NY para poder brindar a sus hijos un futuro mejor, y una doctora residente en el Soho que es incapaz de conciliar su trabajo con su vida familiar.

Apreciable por su planteamiento crítico y por los valores humanitarios que transmite, Mamut se sostiene gracias a las sobrias interpretaciones de todo su reparto. Su alcance no va mucho más allá: el hecho de que, 3 años atrás, González Iñarritu y Guillermo Arriaga trataran en Babel la misma temática de un modo idéntico (pero con resultados mucho más satisfactorios), pesa muchísimo sobre la nueva película de Moodysson, a la vez que manifiesta su carencia absoluta de originalidad.