jueves, 21 de enero de 2010

Nine (y medio)


Nine es la adaptación cinematográfica de un musical homónimo, representado con gran éxito en Broadway desde 1982, que a su vez se basó en 8½, la famosa película de Federico Fellini.

El principal inconveniente de lo nuevo de Rob Marshall, quien varios años después del éxito de Chicago repite en el “género cantarín”, es que la fuente original se trata de un film totalmente autoral, autorreferencial, autobiográfico y libre de cualquier atadura comercial.

8½ es una obra que adquiere verdadero sentido si se conoce la filmografía anterior de Fellini, y en la que el maestro italiano purgó públicamente sus agravios, miedos y frustraciones artísticas. Sabido esto, queda patente el nulo sentido de versionar un filme que únicamente cobraría pleno significado como proyecto íntimo y personal, en el ámbito de una trayectoria individual concreta e intransferible, tal y como sucedió con F. Fellini.

La adaptación de Rob Marshall, carente de esta desesperada justificación artística que empujó al director de La dolce vita y Amarcord a dirigir el film, queda vacía de la intención primogénita, frivolizándola y reduciéndola a la mera sucesión de números musicales que narran, sin pasión alguna, la crisis creativa de un director italiano interpretado por Daniel Day-Lewis.

Partiendo de este sinsentido, entrar en si el film por lo menos nos regala buenos momentos musicales es totalmente secundario. Aunque, para desconsuelo de los más conformistas, ni en eso acierta Marshall pues, salvo “Be italian” y “Cinema italiano”, las escenas cantadas y bailadas no pasan de la medianía por culpa de unas letras simplonas y un ritmo fragmentado que en nada facilita la fluidez de las coreografías

Lo mejor: La fotografía, sobre todo en los pasajes en B/N.
Lo peor: La falta de ideas de la industria hollywoodiense, que nos conduce a aberraciones temáticas como ésta. ¿Qué será lo próximo?¿Versionar Los sueños de Akira Kurosawa? ¿O quizás Takeshis y Glory to the filmmaker de Kitano?

sábado, 16 de enero de 2010

I want to be a family guy...


Up in the air, la nueva película del vanagloriado J. Reitman (hijo del director de Cazafantasmas), adolece del mismo gran defecto que su anterior film, la celebrada Juno: tras un envoltorio indie, "moderno" y muy atractivo para los cinéfilos de nuevo cuño, se escode un discurso social de lo más retrógrado y conservador.

Si en Juno, Reitman se valía de los modos indies (música guay, actores desconocidos, temáticas aparentemente transgresoras) para defender a toda costa la maternidad y cuestionar las prácticas abortistas, aquí aplica la misma técnica de despiste en pro de la institución marital y el candor del hogar tradicional.

Toda la mala leche que Up in the air puede tener en su primera mitad, durante la cual se contemplan con mordacidad las prácticas ejecutivas de las empresas con respecto a la gestión de su personal, se escurre de las manos durante el resto del film: un canto carca a la vida familiar de toda la vida. Que le pregunten a John Cassavetes si esto es Cine "indie".

martes, 12 de enero de 2010

Sherlock Holmes y el Dr. Watson contra Lord Blackwood


Si el novelista Conan Doyle levantara la cabeza, y viera a su amado personaje, ahora interpretado por Robert Downey Jr, practicar artes marciales y deportes de contacto con total maestría mientras se deja engatusar por los irresistibles encantos de una sofisticada fémina, seguramente se querellaría ipso facto con Lionel Wigram, autor del cómic en que está basada esta película, y de paso también con el “ex” de Madonna, Guy Ritchie, responsable directo de esta adaptación cinematográfica.

Este sentimiento de rechazo airado será también el que, muy probablemente, compartan gran parte de los seguidores más fieles de las aventuras literarias del sabueso de Baker Street, de las que el director de Snatch y RocknRolla, fiel a la reinterpretación que se hace en el tebeo de Wigram, sólo ha conservado la oratoria hipotético-deductiva de su protagonista y la ambientación victoriana de un Londres decimonónico (de lo más conseguida, todo hay que decirlo, gracias a los prodigios de la digitalización).

Pero si el espectador medio, libre de la respetable atadura que supone la influencia del original, consigue levantar estas barreras puristas (a mi me costó unos 20 minutos), se hallará ante una película de acción y aventuras altamente entretenida, de ritmo vertiginoso y con una buena ristra de diálogos rebosantes de simpatía e ingenio, y con un Holmes totalmente transmutado, más aficionado al mamporro y la acrobacia que al violín y los placeres del opio. Sherlock Holmes es un film que, si funciona en taquilla (y difícilmente no lo haga), dará para alguna que otra secuela, por el simple motivo de que es lo más similar al concepto clásico de cine-espectáculo que servidor ha visto desde las tres primeras películas de Indiana Jones. Evasión en estado puro.

martes, 5 de enero de 2010

Un tipo serio.


Si no fuera por el origen judío de sus directores y por la declarada voluntad autobiográfica de la película, pensaría que Un tipo serio emana mofa antisemita de principio a fin. Algo inconclusa e insípida argumentalmente, la nueva película de los Coen destila la ironía, el absurdo y esa concepción tragicómica de la existencia que tanto han caracterizado toda la filmografía de la famosa pareja realizadora. Además, da la sensación que el director bicéfalo cada día se parece más a W. Allen: peli por año, antihéroe con gafas, mirada irónica de unos supuestos orígenes semitas... ¿Para cuando la hipocondría, la verborrea y las localizaciones en NY?... Todo se andará. Recomendable, sin más.