jueves, 31 de diciembre de 2009

Lo mejor de la década (2000-2009)

Código desconocido (Francia, 2000. Michael Haneke)
Memento (EE.UU., 2000. Christopher Nolan)
Italiano para principiantes (Dinamarca, 2000. Lone Scherfig)
Amores perros (México, 2000. Alejandro González Iñárritu)
La isla (Corea del Sur, 2000. Kim Ki-duk)
La pianista (Francia, 2001. Michael Haneke)
Ciudad de Dios (Brasil, 2002. Fernando Meirelles)
Ser y tener (Francia, 2002. Nicolas Philibert)
Capturing the Friedmans (EE.UU., 2003. Andrew Jarecki)
El regreso (Rusia, 2003. Andrei Zvyagintsev)
Dogville (Dinamarca, 2003. Lars von Trier)
Kill Bill 1 y 2 (EE.UU, 2003/04. Quentin Tarantino)
Mi vida sin mí (España, 2003. Isabel Coixet)
Million Dollar Baby (EE.UU., 2004. Clint Easwood)
Hierro 3 (Corea del Sur, 2004. Kim Ki-duk)
Whisky (Uruguay, 2004. Juan Pablo Rebella, Pablo Stoll)
Exiled (Hong Kong, 2006. Johnny To)
Plan oculto ( EE.UU., 2006. Spike Lee)
Inland Empire (EE.UU., 2006. David Lynch)
Neil Young: Heart of Gold (EE.UU., 2006. Jonathan Demme)
Ficció (España, 2006. Cesc Gay)
La soledad (España, 2007. Jaime Rosales)
La cuestión humana (Francia, 2007. Nicolas Klotz)
American Gangster (EE.UU., 2007. Ridley Scott)
El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (EE.UU., 2007. Andrew Dominik)
Hace mucho que te quiero (Francia, 2008. Philippe Claudel)
Los límites del control (EE.UU., 2009. Jim Jarmusch)

Lo mejor del 2009. Cine español.

Arropiero. El vagabundo de la muerte (Carles Balagué)
El truco del manco (Santiago A. Zannou)
Pagafantas (Borja Cobeaga)
El último guión. Buñuel en la memoria (Gaizka Urresti, Javier Espada)
Celda 211 (Daniel Monzón)
REC 2 (Jaume Balagueró, Paco Plaza)
Los condenados (Isaki Lacuesta)
Las 2 vidas de Andrés Rabadán (Ventura Durall)

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Lo peor del 2009.

La semilla del mal (EE.UU. David S. Goyer)
Viernes 13 (EE.UU. Marcus Nispel)
Tetro (EE.UU. Francis Ford Coppola)
Fighting, puños de asfalto (EE. UU. Dito Montiel)
Exorcismo en Connecticut (EE.UU. Peter Cornwell)
Mein Führer (Alemania. Dani Levy)
Mapa de los sonidos de Tokio (España. Isabel Coixet)
Año uno (EE.UU. Harold Ramis)
Flores Negras (España. David Carreras Solè)
Eloïse (España. Jesús Garay)
Te quiero, tío (EE.UU. John Hamburg)
El baile de la victoria (España. Fernando Trueba)
Sueños de juventud (República Checa. JAN SVERAK)
Fama (EE.UU. Kevin Tancharoen)

Lo mejor del 2009.

Mi nombre es Harvey Milk (EE.UU. Gust Van Sant)
El lector (EE.UU. Stephen Daldry)
La clase (Francia. Laurent Cantet)
El luchador (EE.UU. Darren Aronofsky)
Watchmen (EE.UU. Zack Snyder)
Up (EE.UU. Pete Docter y Bob Peterson)
Still Walking (Japón. Hirokazu Koreeda)
Gigante (Uruguay. Adrián Biniez)
Malditos Bastardos (EE.UU. Quentin Tarantino)
Los límites del control (EE.UU. Jim Jarmusch)
Mal día para pescar (Uruguay. Álvaro Brechner)

martes, 22 de diciembre de 2009

Balas y estrellas.


El arranque de Ninja Assassin, una hiperbólica (y magnífica) escena de acción regada en sangre y salpimentonada con salvajes amputaciones, produce lo que yo denomino efecto levadura, es decir, inflar las expectativas del espectador hasta el punto de abrir su inicialmente recelosa receptividad.

Lamentablemente, a medida que se desarrolla el nuevo film del director de V de Vendetta, este efecto decrece y se deshincha cual suflé pinchado con un tenedor. Este acercamiento occidental al cine asiático de artes marciales que es Ninja Assassin, cuya premisa productiva corre el riesgo de compararse con el díptico Kill Bill, poco tiene que ver al final con la personal visión de Tarantino sobre el cine de género oriental.

La película, producida por los hermanos Wachowski y protagonizada por el cantante coreano Rain, sigue unos senderos mucho más trillados que los transitados por el director de Knoxville, tanto que cuando queremos darnos cuenta, ya estamos inmersos en un carrusel de convencionales escenas de letales ninjas y policías de gatillo fácil. Aunque lo peor de todo nos llega con el relleno de los entretiempos: los diálogos resultan tan simples y ridículos que imploraremos una nueva dosis de peleas a granel.

Si Ninja Assassin la hubiera dirigido un oriundo de la tierra de las katanas y los luchacos, seguramente no hubiéramos notado demasiadas diferencias, pero ¿merece la pena que el australiano James McTeigue se meta en berenjenal ajeno, para hacer exactamente lo mismo que los directores orientales ya realizan rutinariamente bien y sin ninguna ínfula? Sólo recomendable para seguidores incondicionales (y no demasiado exigentes) del cine de artes marciales.

viernes, 11 de diciembre de 2009

El último Na'Vi


No me cabe la menor duda de que Avatar será un taquillazo… por lo menos a lo largo de las primeras semanas de su estreno, durante las cuales la curiosidad “matará al gato”, estoy seguro de que el público acudirá en tropel a ver lo que se cuece. El despliegue de la última superproducción de James Cameron, tanto a nivel técnico como promocional, así lo merece, y difícilmente defraudará las expectativas depositadas en su diseño, digitalización y efectos 3D.

No estoy tan seguro, sin embargo, de que lo nuevo del director de Titanic y T2 sea recibido como el producto de SF definitivo que se nos promete, pues su sincrético argumento es tan descaradamente aglutinador a nivel temático que cuanto se nos narra ha sido tratado ya, de un modo u otro, por alguna película anterior: la relación de amor del protagonista con la cultura Na’Vi recordará a Bailando con lobos y El último mohicano; el funcionamiento macro-orgánico del planeta Pandora lo hará levemente a Solaris; y el despliegue tecnológico en el ecosistema pandoriano parece surgir de un cruce entre Parque Jurásico y Starship troopers…Western indigenista, cine bélico, aventuras coloniales y, evidentemente, ciencia ficción se mezclan con naturalidad en esta película, pero también sin el menor atisbo de originalidad.

Sólo el concepto de “avatar”, entendido como una reencarnación durante el sueño en un cuerpo extraterrestre diseñado genéticamente, aporta un elemento ligeramente novedoso al cine de ciencia ficción, pero lo hace superficialmente, forzando la credibilidad de algunas situaciones (el personaje interpretado por S. Worthington se integra en el clan Na’Vi con demasiada facilidad, levantando muy pocas sospechas), y sin profundizar demasiado en las interesantes posibilidades que este concepto arroja en lo que a confusión entre sueño y realidad se refiere.

Nos hallamos, pues, ante una película innegablemente entretenida y de diseño deslumbrante (cómo para no serlo después de gastar más de 230 millones), con un mensaje ecologista evidente y algún guiño gratamente antibelicista concentrado en el personaje del coronel Miles Quaritch, pero decepcionantemente previsible durante casi todo su desarrollo.

viernes, 4 de diciembre de 2009

El luchador uruguayo.


Poco a poco, y a base de películas notables, el cine uruguayo parece estar haciéndose un pequeño hueco dentro del aburrido panorama internacional, y si hace unos años, Whisky, 25 Watts y El baño del Papa constituyeron un inesperado soplo de aire fresco entre la medianía, en el presente, el relevo de Gigante y Mal día para pescar ha demostrado que aquellos 3 films no eran flor de un día.

Tras 3 cortometrajes, Mal día para pescar supone la puesta de largo del director Álvaro Brechner. La película hereda el minimalismo, la austeridad narrativa y la deprimente vis cómica que desprendían las obras citadas anteriormente, pero también incorpora una particularísima y juguetona manera de deconstruir un género tan tradicional y estadounidense como es el Western, con lo que Brechner no sólo demuestra un profundo y admirativo conocimiento cinéfilo sino también un capacidad de universalizar fuera de lo común, acercándose a directores tan venerados pero a su vez tan veneradores como Wim Wenders.

Y es que todo lo que acontece en la uruguaya localidad de Santa Maria, desde la llegada de dos forasteros (un excampeón mundial de lucha y su manager en busca de un desafío público de dudosa legalidad) hasta los espacios que éstos frecuentan (el motel, la redacción, la cantina, los polvorientos caminos), pasando por el aroma crepuscular y marchito que emana todo cuanto les rodea (incluidos ellos mismos), bien podría formar parte de un film del oeste firmado por Peckinpah, Leone o Clint Eastwood.

Narrada a partir de un gran flashback, la de Álvaro Brechner es una película de perdedores, de personajes heridos en su orgullo y necesitados de una redención que los dignifique. Sin embargo, el desenlace trágico al que parece abocada la historia, y que el oportuno leitmotiv de Lili Marlene no deja de recordar constantemente, se frustra acertada y sorpresivamente gracias a la amabilidad de su giro final, un giro que decanta definitivamente la balanza hacia la comedia. Comedia amarga, pero comedia al fin y al cabo.

martes, 24 de noviembre de 2009

Dibujos animados.


Planeta 51 es la prueba plausible de que cada vez es menor la distancia que a nivel gráfico separa a las superproducciones de Disney, Pixar y Dreamworks de las películas de animación más austeras. Es irrefutable que la película de los españoles Jorge Blanco y Javier Abad consigue unos efectos visuales, en lo que a movimiento, volumen, profundidad y diseño, equiparables a los trabajos de Brad Bird, Andrew Stanton o Andrew Adamson. Ahora bien, ¿acaso Los increíbles, Wall-e o Shrek (por citar algunos ejemplos) han pasado a la historia de la animación únicamente por la calidad técnica que sin duda atesoran? La respuesta es: rotundamente NO.

Además de estos valores técnicos indispensables para ser consideradas obras maestras de la animación, estas películas han hecho gala de un conocimiento del lenguaje cinematográfico, de una sensibilidad y de una trascendencia discursiva tales que la peyorativa etiqueta de “infantil”, que tradicionalmente acompaña a las llamadas películas de “dibujos animados”, ha comenzado a ponerse en entredicho seriamente. ¿Posee Planeta 51 estas cualidades extraordinarias que marcan la edad adulta de la animación para todos los públicos? Ni por asomo.

Esta producción hispano-británica es una historia de temática alienígena en la que los roles se invierten. ¿Y si fuéramos nosotros los visitantes y no los visitados? ¿Y si un astronauta de la NASA aterrizara en un planeta habitado por una civilización avanzada? ¿Y si la concepción que tiene esa civilización extraterrestre sobre los alienígenas fuera igual de recelosa, prejuiciosa y fantasiosa que la nuestra? En base a estos términos, y recurriendo conscientemente a todos los tópicos habidos y por haber, Planeta 51 rinde obligado homenaje a las principales películas sobre extraterrestres, desde la ciencia ficción de los años 50 (Them!, La guerra de los mundos, El experimento del Dr. Quatermass, Ultimátum a la Tierra…) hasta E.T. y Alien. Sin embargo, los guiños cinéfilos no consiguen que Planeta 51 se desmarque lo suficiente de ese tono superficial e infantil del que Ratatouille, Up O Wall-e sí se desprendieron.

viernes, 13 de noviembre de 2009

La tortuga boba.


Documental de temática naturalista que narra el ciclo vital de las tortugas bobas, una especie de reptil acuático que nace en las costas de Florida, atraviesa el océano Atlántico hasta las Azores, y regresa a su lugar de origen para desovar. Inspirado por la de El viaje del emperador, Nick Stringer también personaliza la narración mediante una voz en off en primera persona (supuestamente la de la tortuga protagonista) y la secuenciación narrativa de las diferentes imágenes, dándole al film un sentido argumental equiparable al de un relato. En cambio, El viaje de la tortuga posee un mensaje ecologista más ponderado que el de la famosa película sobre el pingüino emperador. Ni que decir tiene que la calidad técnica de la película, tanto por la cercanía de la cámara como por la nitidez de los planos subacuáticos, es excepcional, lo que generará en el espectador un irresistible interés científico.

martes, 10 de noviembre de 2009


Tras el sonido de un disparo en una casa (¿Suicidio o asesinato?), Partir se desarrolla a lo largo de un gran flashback que narra cómo una mujer, madura y de extracción burguesa, abandona a su familia para irse con el albañil catalán del que se ha enamorado (y descubrir de paso lo que es trabajar de sol a sol a cambio de 4 duros).

Sin transiciones y en apenas 85 minutos, Catherine Corsini pasa de un romance apasionado y sin química, al retrato social de un divorcio, para acabar con una inconclusa crónica negra. Es, pues, la indefinición y la insipidez lo que marca esta historia de amor.

Además, Partir, junto a Mapa de los sonidos de Tokio, es la ratificación de que Sergi López se halla mucho más cómodo en la encantadora ambigüedad moral de los personajes de Harry, un amigo que os quiere y Pintar o hacer el amor, que en su nuevo rol de seductor enamoradizo.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

El regreso de Richard Kelly.


Basada en una historia corta de Richard Matheson (entre otras obras autor de El hombre menguante, Soy leyenda y el Último escalón), The box se mueve entre el enigma fantástico de la mítica serie televisiva The Twilight Zone y el suspense surrealista que desprende la mayor parte de la filmografía de David Lynch.

Lo último del director de Donnie Darko abandona su inicial tono alegórico (¿Simboliza la caja con pulsador la mala conciencia del ser humano, o representa la azarosidad del infortunio?), para decantarse por el misterio pesadillesco, de narración inteligible y algo cargado de trascendencia en sus referencias a Arthur C. Clarke y Sartre.

Aunque Richard Kelly, que repite la estructura circular de su ópera prima, se confirma como un gran creador de atmósferas inquietantes y alucinatorias, la sensación última es la de que el metraje es demasiado abultado para un relato que se podría haber concretado en no más de una hora.

martes, 3 de noviembre de 2009

50 hombres muertos (o la nobleza del infiltrado).


50 hombres muertos, que debe su título a las 50 personas que supuestamente Martin McGartland salvó con sus delaciones de ser asesinadas por el IRA, se inicia en Canadá, en 1999. En un paisaje gélido, un hombre revisa los bajos de su coche y tras subirse al vehiculo es tiroteado por un encapuchado que se da a la fuga. A partir de aquí, la mayor parte de la narración es un gran flashback que da cuenta linealmente de como el citado McGartland entró como voluntario del IRA mientras ejercía de informante de la policía.

Basada en la autobiografía del propio M. McGartland, este thriller sobre terrorismo sabe mantener la acción y el suspense gracias a una correcta hibridación entre espectacularidad y realismo, lo que lo sitúa cerca de películas como En el nombre del padre o la más reciente trilogía de Bourne. Es, sin embargo, su vertiente ideológica, lo que rebaja la categoría del film. Su equidistancia con los dos bandos contendientes, tan simplista como poco esclarecedora, obra a favor de un extraño ennoblecimiento del infiltrado o topo, una figura siempre reprobable que aquí adopta dimensiones casi heroicas hacia el final de la cinta.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Alvah Bessie contra Franco.


Por la épica de su título y la amplitud de su sinopsis (la oposición de la Meca del Cine al levantamiento del General Franco y su posterior dictadura), se diría que Hollywood contra Franco es un documental histórico de afán divulgativo y mirada generalista. Su voluntad divulgadora, como la de todos los documentales de reconstitución histórica, es innegable, no así la amplitud de su mirada.

Salvo algunas escenas comentadas de películas como Casablanca, Por quién doblan las campanas, Bloqueo, Tal como éramos y Las nieves del Kilimanjaro, y unas pocas intervenciones de alguna personalidad notable (de entre las que destacan las del historiador del Cine Romà Gubern y la actriz estadounidense Susan Sarandon), el film se centra casi exclusivamente en las experiencias vitales e ideológicas del guionista Alvah Bessie, quien tras participar en la Guerra Civil española como brigadista del batallón Abraham Lincoln y militar en el Partido Comunista de América, mantuvo una amarga filiación con España.

Indudablemente, la mirada del señor Bessie, narrada en primera persona por la profunda voz en off del actor Lluis Soler, es interesante, pero también insuficiente si lo que se espera es una disección detallada del posicionamiento hollywoodiense ante la dictadura Franquista. Así, la de Oriol Porta resulta ser una película que sabe a poco y que se queda con una visión reducida de un tema al que se le podría haber sacado muchísimo más jugo.

lunes, 12 de octubre de 2009

Entre zombies anda el juego.


Zombieland es una equilibrada mezcla de cine de zombies, comedia de acción y road movie que, para conseguir su entretenida y paródica hibridación genérica, tiene como principales referentes de inspiración las películas más populares de John Landis (Un hombre lobo americano en Londres) y Joe Dante (Gremlins), así como Los Cazafantasmas de Ivan Reitman, película a la que la hilarante presencia de Bill Murray en el reparto (interpretándose a sí mismo) rinde oportuno homenaje. Poco más es lo que se puede decir del debut de Ruben Fleischer en la gran pantalla, pues su intrascendencia y brevedad (80 minutos) hacen de él un producto tan divertido y gratamente inmediato como carente de pretensiones.

lunes, 21 de septiembre de 2009

¿Woodstock?


Coincidiendo con el 40 aniversario de la celebración del famoso festival hippie que da título a esta película, Ang Lee estrena Destino: Woodstock, una versión libre, basada en las memorias de Elliot Tiber, que incita a creernos que trata sobre cómo transcurrieron aquellos días de locura, paz, amor y libertad, pero que en realidad es un descarado intento de colarnos una comedia que aprovecha el tirón de la efeméride antes mentada.

Y es que el nuevo filme del oscarizado director chino-estadounidense, pese a las expectativas temáticas que genera su título, guarda escasa relación con el evento musical del 69. Como crónica sentimental, Destino: Woodstock aporta pocos datos de lo debió ser aquel acontecimiento, y se dedica a narrar, con el festival como telón de fondo y detonante liberador, la emancipación de su joven protagonista con respecto a sus padres, así como su liberación (homo)sexual y consiguiente aceptación de su recién adquirida tendencia.

¿Música? En un segundo término. ¿Política? Sólo una anecdótica referencia a la agitada situación estadounidense de aquel entonces. ¿Mención al auge y caída del hipismo y descripción de sus valores? Muy velada, por no decir sólo intuida por el espectador más voluntarioso. ¿Qué queda del festival en todo esto? Lo suficientemente poco como para defraudarnos: el uso de la multipantalla en homenaje al histórico documental de Michael Wadleigh, una aventurilla del protagonista con los ácidos (alucinaciones lisérgicas y coloristas incluidas) y alguna canción (Doors, Grateful Dead, The Band…).

¿Es Destino: Woodstock una mala película? No, es sólo una comedia amable, mejor que muchas de las astracanadas que atestan nuestras carteleras, pero en ningún caso hilarante, irónica o ingeniosa. Una película que, tras algún retoque argumental, bien podría suceder en Benicàssim. Y es también una constatación: que el director de Brokeback mountain y Tigre y dragón se maneja infinitamente mejor en el registro trágico que en el cómico.

viernes, 11 de septiembre de 2009

El gángster tamborilero.


El latido de la montaña es el tercer largometraje en la carrera de desconocido director hongkonés Kenneth Bi, uno de los valores en alza de la productora Shaw Brothers Studio. Curiosa fusión entre cine de tríadas (o dicho de otra forma, el cine de mafiosos realizado en Hong Kong) y cine oriental de temática antropológica, la película sabe aprovechar la originalidad de esta mixtura durante buena parte del metraje. Así, a la acción urbana le sigue después un reposado misticismo derivado de la contemplación tanto de los paisajes montañosos de Taitung como de tradición tamborilera china. Lejos de chirriar, el contraste se atempera gracias a la cómica situación que vive su protagonista, la típica trama del intruso benefactor. Todas estas buenas maneras se deslucen algo al final debido a una duración innecesaria y a un desenlace anudado en exceso.

domingo, 30 de agosto de 2009

Mapa de los sonidos de Tokio.


Tengo la sensación de que Isabel Coixet todavía no ha superado su trauma post-Lost in translation, ni asimilado el refrescante desembarco oriental que vivieron nuestras carteleras años atrás. Sofia Coppola, W. Kar Wai, K. Ki-Duk, P. Chan Wok, T. Kitano son algunos nombres que Mapa de los sonidos de Tokio consigue evocar, sin remitirnos a quien realmente nos debería remitir: su directora. Película distraída, en la que Coixet juega un poquito al thriller de yakuzas, pero que no pasa de ser un batiburrillo impersonal de influencias exóticas que sirve para decorar un romance con muy poca química.

sábado, 15 de agosto de 2009

Sobre brujas, mujeres y "ginocidas".


Como casi todas sus obras precedentes, Anticristo, la nueva propuesta de Lars Von Trier, ha generado entre crítica y público tanto valoraciones favorables como de repulsa enérgica. Posiciones abiertamente enfrentadas que encuentran su explicación en el afán del director danés por la provocación, y que quizá no lo serían tanto si la aproximación a sus películas tratara de ser más equidistante y moderada.

Para empezar, hemos de decir que nos hallamos ante un ejercicio de género (Anticristo se circunscribe dentro del terror y del suspense psicológico) que el director ejecuta con absoluta libertad, recurriendo a la convenciones genéricas cuando le interesa (oscuridad, gore, ambientación sonora y escénica desasosegante) sin dejar de dar rienda suelta a sus obsesiones personales. Y he aquí, en sus obsesiones íntimas, donde encontramos una peculiaridad que nos permite explicar Anticristo: Lars Von Trier realizó la película a modo de reto terapéutico después de superar una profunda depresión 2 años atrás, por lo que ésta tiene mucho de paranoico exorcismo de sus demonios interiores.

Al margen de su poderosa imaginería visual -basada en los oscuros parajes boscosos de Westfalia (Alemania), la iconografía cristiana y en un simbolismo básico pero efectivo-, Anticristo se construye de manera muy sencilla, pues sólo dos intérpretes, Willem Dafoe y Charlotte Gainsbourg, aparecen en escena. La traumática pérdida de un hijo es el punto de partida de una historia capitulada en 6 episodios (4 capítulos más un prólogo y un epílogo) en la que un matrimonio deberá superar la pena que le embarga. Él, psicólogo de profesión, tratará de ayudar a su mujer proponiéndole una terapia de choque: llevarla a una cabaña de campo, bautizada con el explícito nombre de Edén y aislada totalmente de la civilización, donde se enfrente a sus miedos más profundos.

Durante buena parte del metraje, y como si de una película de Bergman se tratara (Von Trier menciona abiertamente Secretos de un matrimonio como fuente de inspiración), los diálogos lentos, freudianos y cargados de llantos inundarán la pantalla. Pero mientras esto sucede, una atmósfera enrarecida y malsana irá in crescendo a la par que se desentraña la intriga.

A medio camino entre la Kathy Bates de Misery y la Isabelle Huppert de La pianista, Charlotte Gainsbourg se convertirá en la artífice de un clímax más previsible de lo esperado y con una carga misógina que tiene más de provocación que de convicción, tal y como ha admitido el director.

Desactivada la polémica, Anticristo es un film de una tensión final notable, pero con un discurso menos profundo de lo pretendido. Y es que si Von Trier hubiera moderado su afán autoral, ahorrándose sus disertaciones sobre brujería y psicoanálisis y ciñéndose al terror al uso, seguramente la historia hubiera resultado más ambigua y sugerente. De manera bastante sorprendente, la película está dedicada al cineasta ruso A. Tarkovski.

jueves, 13 de agosto de 2009

Hitler revisado.


Precedida por la polémica en su país de origen, llega a nuestras salas comerciales la comedia Mein Führer, una pretendida sátira acerca de la patética figura de Adolf Hitler durante el último año de la II Guerra Mundial (1939-45). Como parodia, el film del veterano Levy resulta de lo más insulso, pues ninguna de las situaciones propuestas hacen gracia ni caen en gracia. Un pobre balance que queda absolutamente refrendado tras contemplar atónito el poco original desenlace de la película, literalmente plagiado de los últimos minutos de la obra maestra de Charles Chaplin, El gran dictador.


El justificado despedazamiento de esta patraña se quedaría en el párrafo anterior si no fuera por la peligrosa carga ideológica que ésta contiene. De manera insensata (y quiero creer que inconsciente), Levy victimiza la figura de Hitler y lo retrata como un ser torturado por una infancia traumática, convirtiéndolo además en una marioneta en manos de los ministros Goebbels y Himmler. La cinta llega incluso a sugerir que el “pobre” Hitler desconocía el horror que supuso la llamada Solución Final, y que el verdadero destino que el cruento dictador había ideado para el pueblo judío fue la isla de Madagascar.


Desconozco lo informado que estará el señor Levy en materia historiográfica, pero alguien debería advertirle de que su interpretación se halla muy cerca de los postulados revisionistas y negacionistas, aquellos que mitigan o niegan directamente el Holocausto. Lo más triste y sorprendente de todo esto es que Dani Levy es judío…

lunes, 10 de agosto de 2009

V.O.S.


En su nueva película, el catalán Cesc Gay dilapida su enorme talento por rendirse a los mandatos estéticos de la “modernez”. Como su anterior filmografía, V.O.S. exhala un aroma “alleniano” fuera de toda duda, pero a éste Gay le añade un innecesario planteamiento metacinematográfico que, además de no aportar absolutamente nada a la historia, entorpece su correcta fluidez.

Si el elemento metalinguístico (mezclar realidad y ficción mostrando deliberadamente las hechuras de la realización cinematográfica para así reflexionar sobre la creación fílmica) está más que justificado en –por citar algún ejemplo notable- los guiones de Charlie Kaufman, en V.O.S. se reduce a un truco demasiado barato e inasumible como para que encuentre un encaje adecuado en el guión. Ninguna reflexión ni novedad se desprende de esta elección, dando la sensación de que el director se está rigiendo más por el deseo de seguir una moda culta y arriesgada que por imperativos estrictamente artísticos y/o narrativos.

Además, la brillante naturalidad que empapó a películas como En la ciudad y Ficción, aquí no aparece hasta un desenlace cuyo ingenio corrige un poco el sentimiento de decepción absoluta, tornándolo sólo una sensación agridulce, algo del todo insuficiente para lo que se espera de un cineasta de la talla de Cesc Gay.

jueves, 6 de agosto de 2009

Poco seso y mucha acción.


Buscar profundidad en el guión de aquellas películas basadas en exitosas líneas de muñecos, además de inoportuno, puede resultar quimérico. Transformers, Masters del Universo y los propios G.I. Joe eran juguetes cuyos argumentos se basaban en una simple confrontación entre las fuerzas del bien y del mal, por lo que cualquier lectura que vaya más allá de esto roza lo ridículo.


No es extraño, pues, establecer que el guión de la publicitada nueva película de Stephen Sommers no es más que una sucesión de ataques y contraataques por conseguir una peligrosa arma nanotecnológica entre los susodichos G.I. Joe, los buenos, y una todavía embrionaria organización terrorista llamada Cobra, los malos. Este plano y simple desarrollo sólo será perturbado por algún que otro flashback explicativo sobre el pasado de algunos de los personajes, también planos y simples en su totalidad.


Dicho esto, llegamos a la no demasiado compleja conclusión de que el único valor de G.I. Joe reside en su voluntad de llevar la acción a un apogeo constante a través de unos impactantes y vistosos efectos digitales, objetivo que logra de forma relativamente fácil pero que hace preguntarnos si para conseguirlo es necesario renunciar a un guión mínimamente inteligente.


Como era de esperar, la acción mezcla ininterrumpidamente hazañas bélicas, persecuciones (automovilísticas o aéreas), explosiones, artes marciales y prodigios tecnológicos, “ornamentando” vistosamente todos estos elementos a través de un trabajo técnico incuestionable, que empacha quizá algunas escenas (las que se desarrollan en el desierto y bajo el agua, por ejemplo) hasta el punto de asemejarlas a una pantalla de un videojuego de última generación o un fragmento de una película de animación en 3D.


En conclusión, el director de La Momia y Van Helsing traza un producto entretenido pero olvidable y algo infantil, sólo apto para adolescentes sin demasiado ánimo trascendencia, y que dependiendo de su recaudación está destinado a generar alguna que otra secuela.

viernes, 24 de julio de 2009

Asalto al tren del Pelma (de Tony Scott).


Hay que reconocer que el nuevo trabajo del pequeño de los Scott sabe generar (y mantener) las expectativas durante la primera mitad del metraje. La adaptación a los tiempos actuales de la película de Joseph Sargent, Pelham uno, dos, tres (1970), inicialmente nos hace intuir un thriller post-11S que explota la temática del miedo a la amenaza terrorista y que diluye las fronteras morales entre “buenos” y “malos”.


El adrenalítico (y mareante) estilo de Scott resulta en esta fase plenamente justificado ante el clima de peligrosa y crispada tensión que se nos narra, y el aporte cualitativo viene dado por el tête à tête entre Washington y Travolta, un duelo actoral en el que el afroamericano persevera en su rol de héroe de calle y Travolta se reinventa (memorable su interpretación de macarra taleguero y sin escrúpulos) abriéndose muchas puertas de cara a futuros proyectos.


Por desgracia, todas estas buenas sensaciones se borran de un plumazo durante el último tercio del film, momento en el que Scott introduce elementos de guión forzadísimos y redirige su sugerente arranque hacia el convencional discurso del héroe de a pie. Un discurso narrativo donde el ciudadano medio que se sacrifica por los demás vence todas las adversidades habidas y por haber, y en el que se pueden entrever eslóganes de lo más patrioteros. La típica americanada, hablando alto y claro. Asi pues, nos encotramos ante una prometedora película que, finalmente, se queda en un dinámico aunque mero entretenimiento.

jueves, 23 de julio de 2009

El chico del té: el nuevo Apu.





Pese a las unánimes alabanzas recibidas por parte de la mayoría de críticos, lo último del británico Danny Boyle (Trainspotting) es un film interesante aunque prescindible, una película que, lamentablemente, baja del 8 al 6 de forma vertiginosa durante su desarrollo.


Notable en su arranque, Slumdog Millionaire combina la serie negra con el cine de denuncia de herencia hindú (Satyajit Ray). Lo hace con resolución, valiéndose de una atractiva estructura fragmentada y de un estilo frenético de estética videoclipera.


Esta vistosa y efectiva mixtura acaba diluyéndose en su último tercio a causa de un desenlace irritantemente complaciente (happy end), una resolución radicalmente opuesta a la indudable carga trágica que la historia posee. Los créditos finales, una divertida coreografía a lo bollywood, consiguen aliviar en algo (no del todo) la sensación de decepción

miércoles, 18 de febrero de 2009

Brillante metáfora


Al ver The Reader, uno, que es españolito de a pie, no puede más que sentir envidia sana. Y es que comparar cinematográficamente el nuevo film del británico Stephen Daldry (Billy Elliot, Las horas) con cualquiera de las chabacanadas que ocupan las nominaciones a los Goya 2008 equivale a comparar a Dios con un mendigo. No menos ridícula resulta dicha comparación si la hacemos desde el punto de vista discursivo, aspecto en el cual me voy a centrar.


Mientras que aquí, para hablar de nuestras miserias históricas (Guerra Civil, Dictadura Franquista y Transición), nos andamos con rodeos, medias verdades o recurrimos al cansino costumbrismo, Daldry, para reflexionar sobre el horror nazi y la corresponsabilidad de la sociedad alemana en el Holocausto, se ha valido de una historia sencilla a la par que profunda y elocuente.


No nos equivoquemos. The reader no es una historia de amor imposible entre un adolescente y una mujer madura. Tampoco es un drama judicial con el nazismo como telón de fondo. The Reader es mucho más que todo eso, es una perfecta metáfora sobre el doloroso y ambiguo sentir de la sociedad alemana frente a su pasado nazi. Michael, el protagonista de la película, además de un joven enfermo socorrido por una atractiva mujer, representa a la insana sociedad alemana de entreguerras. Por su parte, Hanna no sólo es la ignorante y maternal mujer que seduce a Michael, ella simboliza a la prometedora patria nazi, la madre patria.


Después del idilio viene la cruda realidad, la certeza de lo que esta mujer, carcelera nazi acusada de dejar morir quemadas a 300 personas, fue capaz de hacer. Michael, como la sociedad germana ante la contemplación de los campos de exterminio, está confuso: ¿Cómo esa atractiva, bondadosa y complaciente mujer que le sedujo y le ayudó cuando él más lo necesitaba fue capaz de cometer semejante crimen? La respuesta sólo puede ser una: tras el llanto desconsolado y la decepción, sólo queda la autocrítica y la asunción del pasado. Tomemos nota por estos lares.

domingo, 1 de febrero de 2009

Duda razonable


Un año después del asesinato de JFK, una escuela católica de los EEUU se debate entre el tradicionalismo docente de su directora, interpretada por la veterana Meryl Streep, y el aperturismo humanista del párroco del colegio, personaje a quien da vida Philip Seymour Hoffman. Entre ambos hallamos ejerciendo de bisagra a la hermana James, una joven monja, profesora del colegio, cuyas dudas a la hora de tomar partido por uno u otro bando serán plenamente compartidas por el espectador.


Galardonada con los premios Pulitzer y Tony, “La duda” se trata de una pieza teatral adaptada a la gran pantalla por su propio autor, John Patrick Shanley, director también de la intrascendente Joe contra el volcán (1990). Shanley no sólo se muestra mucho más serio y profundo que en su debut cinematográfico, sino que, lejos de conducir su nuevo film por los fáciles derroteros del maniqueísmo más primario y visceral, mantiene hasta los créditos finales nuestra incerteza acerca de los verdaderos sentimientos y motivaciones de los dos “contendientes”. ¿Es la hermana Aloysius Beauvier una malintencionada mujer interesada en desacreditar al padre Brendan, o bien es la única que ve las secretas e indecentes intenciones que éste tiene sobre un alumno de color recién llegado?. Quizá deliberadamente, esta duda irresoluta acabará eclipsando el debate educacional planteado minutos antes y confundirá las verdaderas intenciones del film, haciendo así honor al título de la película y alejándose de otras que, como Priest o Las hermanas de la Magdalena, únicamente pretendían afrentar a la Iglesia católica.


Como no podía ser de otra manera, La duda se mueve por unos parámetros bastante teatralizados. Sus acciones, que transcurren en interiores y escenarios limitados visualmente, encuentran en la dialéctica y en los envites verbales su principal dinamizador. Indudablemente, la severa interpretación de Streep y la apaciguada melancolía que casi siempre desprende Seymour Hoffman dotarán a estos diálogos de mayor profundidad y carga dramática. Sin embargo, no nos encontramos ante un mero ejercicio de teatro filmado. John Patrick Shanley acompaña diálogos e interpretaciones con un buen surtido de imágenes simbólicas que de forma bella y constante subrayarán muchos de los sentimientos de sus personajes, confirmándole de paso como un director conocedor del medio, y no como un prestigioso literato que se sitúa detrás de una cámara para adaptarse a sí mismo.

lunes, 19 de enero de 2009

Cuajo, Adolfo, Barcelona


A ritmo de rap callejero, El truco del manco nos narra la historia de “Cuajo” y Adolfo, dos colegas que sueñan con tener su propio estudio de grabación. El “Cuajo”, discapacitado físico con serios problemas de movilidad (un papel hecho a la medida de “El Langui”, quien padece una parálisis de nacimiento), es todo arrojo y tesón ante las dificultades. En cambio, Adolfo, un mulato toxicómano cuyo padre tiene serios problemas con la bebida, representa el desengaño y la apatía.
Lejos de la estampa turística de Vicky Cristina Barcelona y de la realidad aburguesada y catalano-hablante de los films de Cesc Gay, el debutante Santiago A. Zannou nos retrata una Barcelona dura y gris, la Barcelona de la marginalidad, la inmigración, los gitanos, la droga y “el trapicheo”, si bien es cierto que El truco del manco podría suceder en cualquier barrio periférico de cualquier urbe española.
En su ópera prima, Zannou entrecruza el cine quinqui de Jose Antonio de la Loma (Perros Callejeros, Yo, “El Vaquilla”) y Eloy de la Iglesia (El pico) con el realismo social más crudo e impactante, no en vano el director revindica Los olvidados de Luis Buñuel como una de sus películas de cabecera. Para aportar al film el realismo y la visceralidad necesarios, Zannou ha apostado por un estilo visual áspero, opresivo y nada embellecido, y por un reparto no profesional que combina la voluntariosa pero a veces forzada interpretación de “El Langui”, miembro de la banda de Hip-hop La Excepción, con el convincente y destacable trabajo de Ovono Candela.
Durante buena parte del metraje, la historia transmite un conveniente hado trágico, tan acertado que llega a abatir al espectador sin resuello alguno. Sin embargo, el mensaje final de autosuperación, algo aleccionador en sus conclusiones, acaba suavizando esta notable impronta trágica, haciendo del film un producto más convencional de lo que prometía en su desarrollo. Con todo, nos hallamos ante un dignísimo debut y, con diferencia, la mejor película de la presente (y mediocre) edición de los Goya.

martes, 13 de enero de 2009

El indomable Harvey


Como Linklater y Soderbergh, Gus Van Sant es de esos cineastas norteamericanos de vocación indie que van alternando sus extravagancias más minoritarias con trabajos de corte más comercial. Aunque, si bien aquellos dos directores han conseguido tocarme la fibra en más de una ocasión, el director de Elephant nunca ha llegado a calarme realmente hondo (mea culpa, seguramente). Presentada esta subjetiva alegación, he de decir que Milk, contradiciendo mis negativas (y subjetivas, repito) expectativas, me pareció una película redonda, por no decir soberbia, seguramente la mejor que he visto del director hasta la fecha.


Olvidando sus almibarados y lacrimógenos dramas sobre jóvenes superdotados (El indomable Will Hunting, Descubriendo a Forrester), así como su atrevidas pero plúmbeas y depresivas deconstrucciones espacio-temporales (Last days, Gerry), Van Sant ha regresado a los márgenes del cine comercial con un interesantísimo biopic que se ocupa de los últimos 8 años de la vida de Harvey Milk, afamado político y activista que, tras las elecciones municipales de San Francisco celebradas en 1978, se convirtió en el primer concejal declaradamente homosexual de la Historia de los EEUU. Un hombre admirable que debió luchar contra la ignorancia y el integrismo católico, que creó las bases de lo que hoy es el lobby gay, que fue santo y seña del activismo homosexual, que se valió hábilmente del pasteleo político para mejorar la vida de los suyos, que llegó a inspirar la archiconocida bandera Arcoíris, y que, finalmente, pereció a manos de un paleto en un vil magnicidio.


Conocida es la condición homosexual del director, factor que seguramente ha acrecentado su implicación con esta historia, sin embargo, la tentación de convertir la vida de H. Milk en una hagiografía o en una burda historia de “locazas” reivindicando amaneradamente sus derechos fiesteros por las calles de “Frisco” era demasiado grande. Pues ni una cosa ni la otra. G. Van Sant hace suyo el género biográfico aportándole sensibilidad, equilibrio, enjundia y emoción. Con el documental The Times of Harvey Milk (1986) como referente, los 2 pilares en los que se basa Van Sant para conseguirlo son la excelente interpretación de Sean Penn, con una labor mimética casi perfecta, y un guión tan sustancioso temáticamente como para escribir un ensayo sobre praxis política y derechos civiles. Si a esto añadimos una ambientación impecable, muy pareja al revivalismo setentero de American Gangster y Zodiac, el resultado será una película tan testimonialmente valiosa como cinematográficamente extraordinaria.

sábado, 10 de enero de 2009

La Reina de Australia


Al igual que Moulin Rouge, film con el que el director australiano Baz Luhrmann se dio a conocer internacionalmente, su nuevo trabajo hace bandera de la hibridación posmoderna, bebiendo a trago tanto del clasicismo más memorable como de las tendencias estéticas y tecnológicas más innovadoras.


No resulta extraño, pues, observar como en esta mastodóntica producción titulada Australia, referentes tan añejos y celebrados como el cómico romanticismo de La Reina de África (los personajes de Kidman y Jackman son en muchos aspectos análogos a los que en su día interpretaron Bogart y Katharine Hepburn en la película de Huston), la épica ganadera del western (Río rojo, sin ir más lejos) y un sentido homenaje a El mago de Oz, se entremezclan con cierta soltura con las imágenes digitalizadas, el humor cafre y el indigenismo de temática aborigen (aquí el referente innegable sería La última ola del también australiano Peter Weir).


Captadas estas heterogéneas influencias, Australia es una película que como historia de romance y aventuras se disfruta hasta bien pasados sus 100 primeros minutos. A partir de aquí, cuando parece que ya está todo dicho, Luhrmann se saca de la manga 1 hora adicional de metraje en la que el notable relato anterior queda enterrado bajo una lacrimógena “historia de amor en tiempos de guerra” (la II Guerra Mundial, para ser más exactos). Además, esta nueva e innecesaria historia con ínfulas de magnanimidad está aderezada con una forzada voluntad de denuncia (una crítica a la segregación de los nativos australianos) que ya había quedado más que patente desde el principio. Película disfrutable aunque excesiva.