sábado, 29 de diciembre de 2007

American Gangster, contra el imperio de la droga.



La última película del irregular Ridley Scott (cineasta capaz de obras tan imprescindibles como Alien o Blade Runner, y de engendros propagandísticos de la talla de Black Hawk derribado) constituye un magnífico ejemplo de lo que en Cine debe ser la narración en paralelo. Mediante la magia del montaje, American Gangster nos expone dos historias, la de Frank Lucas y la de Richie Roberts, condenadas a concatenar en algún punto indeterminado. Lucas es un mafioso afroamericano hecho a sí mismo que posee un extraño halo de prudencia e integridad; Roberts, un policía tan tenaz como incorruptible con algún que otro problema doméstico. Ambos son 2 personajes inmensos con un riquísimo background y un arco evolutivo dignos del mayor interés, a lo que contribuye sin duda alguna el buen hacer actoral de 2 intérpretes sacados de su "ámbito natural”: por un lado, D. Washington aparca su rol de buenazo para dar vida a un implacable mafioso; por otro, Crowe se desenvuelve con buena nota como avispado agente de la ley, lejos del primitivismo de los personajes que le encumbraron. Lo que parece destinado a un choque de trenes fruto de la típica y tópica relación antagónica, termina por ser un acoplamiento perfecto en el que el enemigo a batir resulta algo mucho más impersonal: la corrupción ejercida desde los ámbitos de la policía de NY y del ejército de los EEUU. Opuesto al atropellado estilo expositivo de Infiltrados, este parejo discurrir y posterior encaje sucede de forma fluida, certera y elegante, haciendo de los casi 160 minutos de la película un espectáculo narrativo de primer orden.
Basada en hechos reales, American Gangster reconstruye a la perfección los ambientes neoyorquinos del Nueva York de principios de los 70 –al respecto la colección de canciones de época elegida es impresionante-, y no sólo nos habla de vendettas y tramas policiales, no. La geopolítica, en forma de tráfico de heroína durante la guerra del Vietnam, y la sociología, en forma de autoafirmación afro, también hacen acto de presencia, y no de manera precisamente testimonial. ¿Qué los referentes son muchos y perfectamente identificables? Obvio. French Connection, la saga de El Padrino, Los intocables, Scarface, Serpico… Aunque no menos claro es que otros recurrieron a esos mismos referentes sin gracia ni estilo alguno, así que ando en lo cierto si digo que ésta es la mejor película de Ridley Scott desde Thelma & Louise. Un único pero: extrañamente, el estamento militar resulta menos deteriorado de lo que se apuntaba en el desarrollo, ¿Cosas de Pentágono?...

viernes, 28 de diciembre de 2007

Los Simpson, sociología en estado puro.


Los Simpson es una telecomedia de animación estadounidense creada por Matt Groening en 1989 para la cadena Fox. Actualmente, tras 17 años ininterrumpidos de emisión (que equivalen a 19 temporadas, 418 episodios de poco más de 20 minutos cada uno, y 21 premios Emmy), la serie sigue emitiéndose de forma exitosa en numerosos países. Muy influida por Los Picapiedra y la sitcom Matrimonio con hijos (teleseries a las que ha rendido homenaje en algún episodio), Los Simpson ha sido también referente ineludible de otras series posteriores como South Park, Futurama, Padre de familia y American dad.
Como su propio título indica, Los Simpson se ocupa de las aventuras y desventuras de la familia Simpson, compuesta por el matrimonio que forman Homer y Marge, y por sus tres hijos: Bart, Lisa y Maggie. Además de estos 5 personajes principales, Los Simpson posee un nutrido y dispar elenco de personajes secundarios que le aportan gran diversidad argumental y una estructura netamente coral, por lo que podríamos decir que el verdadero protagonista de la telecomedia es la localidad en la que se desarrolla, Springfield, una imaginaria ciudad de provincias situada en un lugar indeterminado de los EEUU.
Aunque existen decenas de pueblos y ciudades a lo largo de EEUU con ese nombre, Springfield es una ciudad ficticia. Es precisamente la asiduidad de este topónimo la que refuerza la idea de que la ciudad en la que viven los Simpson constituye un espejo paródico de la sociedad estadounidense. La elección del apellido Simpson tampoco es casual y está encaminada en este mismo sentido representativo, pues también se trata de un nombre bastante común en aquel país (su marcada presencia podría equivaler aquí a la de Rodríguez o Gómez).
Los Simpson son la representación hiperbólica de la familia media estadounidense. Homer Simpson representa al cabeza de familia primitivo y egoísta, hastiado de su trabajo y de inquietudes culturales más bien limitadas, por no decir nulas. El consumo de cerveza, la comida ultracalórica y poco elaborada, y las horas muertas frente al televisor constituyen las únicas motivaciones de este ser adocenado que, pese a sus muchos y desagradables defectos, es capaz de despertar cierto encanto en el espectador. Marge, por su parte, representa a la típica madre de familia dedicada a "sus labores". Dependiente económica y afectivamente de su marido, y condicionada por sus hijos, Marge es la imagen de la mujer sacrificada (y frustrada) que ha renunciado a su independencia a cambio de ocuparse de los suyos, esta ocupación no es demasiado valorada por nadie, cosa que simboliza el papel secundario y supeditado a que la sociedad estadounidense ha relegado al sexo femenino. Bart, el hijo mayor, es la personificación del fracaso del sistema educativo norteamericano, amén de la repetición por mímesis de los valores adultos (los de su padre) más despreciables de nuestra sociedad. Lisa, por contra, es el contrapunto a tanta mediocridad, pues sus valores ecologistas y solidarios, así como sus inquietudes culturales e intelectuales, contrastan marcadamente con el desinterés acrítico de la familia. Pese a ello, la hija mediana de los Simpson, simboliza la incomprensión y marginalidad que estas actitudes minoritarias padecen en los EEUU. Por último, Maggie, de apenas unos meses, es un personaje totalmente indefinido, ni habla, ni anda, y su papel en la serie en muchas ocasiones es de mero comparsa. Esta indefinición, que inicialmente podría ser achacable a un desinterés o dejadez por parte de los creadores, es más buscada de lo que parece, pues Maggie es la incógnita generacional, la esperanza en el futuro: ¿Cuando crezca, reproducirá Maggie los patrones de comportamiento que observa?.
El rico elenco de secundarios que posee la serie permite ir muchísimo más allá de lo que ofrecen sus 5 personajes principales. Abe Simpson, el padre de Homer, es el claro reflejo del "molesto" rol que la sociedad norteamericana atribuye a la tercera edad. Patty y Selma, las dos hermanas mayores de Marge, son dos mujeres cuya soltería las convierte en la representación de la feminidad frustrada. Ned Flanders, el vecino de los Simpson, sirve para parodiar a las familias evangelistas, de influencia creciente en los EEUU. Y las relaciones de Homer con éste son una exageración de las envidias que en buena parte rigen las relaciones vecinales en las ciudades de provincia. Por último, los personajes de la central nuclear en la que H. Simpson trabaja dan buena muestra de lo que son actualmente las relaciones laborales en los Estados Unidos: sindicación inexistente, profesionalidad nula y una exigua tabla de derechos laborales marcada por el despido libre.
Es innegable que la serie creada por M. Groening posee un marcado y explícito tono crítico, aunque no menos cierto es que sus creadores han tratado siempre de mimar a todos y cada uno de sus personajes. Lejos del escarnio despiadado, el retrato que de éstos se hace siempre despierta una sensación de cariño en el espectador. Este característico encanto que desprenden los personajes se debe sin duda a una mirada por parte de sus responsables parcialmente complaciente -condescendiente si se quiere-, que en nada enturbia la calidad que posee la serie, posiblemente una de las más exitosas e influyentes de la historia de la televisión.

martes, 25 de diciembre de 2007

Solo ante el peligro... solo contra todos.


Inolvidable película y western clásico por excelencia. Narrada a tiempo real con magistral tensión y creciente interés, Solo ante el peligro es la historia de un hombre íntegro que, más que a un grupo de pistoleros, deberá de hacer frente, solo, triste y perplejo, a la mendacidad, la ruindad y la cobardía de su propia comunidad. Tras esta historia de valor, honradez y dignidad, encontramos una crítica mordaz a la caza de brujas anticomunista que el senador republicano Joseph Raymond McCarthy llevó a cabo en los EEUU en la década de los 50. En aquel entonces, como ocurre en la mezquina ciudad del Sheriff Will, muchos intelectuales, entre ellos algunos cineastas, delataron o dieron la espalda a algunos compañeros que estaban siendo víctimas de la persecución. Elocuente parábola, sin duda.

lunes, 24 de diciembre de 2007

Dale papito!!!!!!



Entre el gran número de usos inútiles que los fabricantes han añadido a los aparatos de telefonía móvil, se encuentra sin ningún género de dudas -y para desgracia de la mayoría- la reproducción de música sin necesidad de auriculares. Dicho esto, resulta paradógico observar cómo, en algunas ocasiones, la accesibilidad a las nuevas tecnologías, lejos de civilizarnos, parece producir en algunos especímenes de nuestra sociedad el efecto contrario, la barbarización. Cuando el makarra de playa, aquel que en nuestras costas lucía bañador hortera y ponía su 'loro' a toda castaña con las últimas novedades de Los Chunguitos o el Spaghetti disco, se ha extinguido de la faz del planeta, comienza a proliferar en nuestro trasporte público un nuevo ser igual de molesto que aquella ya por suerte desaparecida subespecie. Se trata del garrulo de turno que, con orgullo y naturalidad, nos hace partícipes durante nuestros desplazamientos suburbanos del "disfrute" de la música (por llamarla de alguna manera) que escucha a través de su teléfono móvil. Así pues, comienza a ser demasiado habitual que durante el regreso a casa después de 8 interminables horas de trabajo, te topes con algún tarugo que te jode el trayecto sin el menor resquicio de vergüenza, machacándote la cabeza con el último hit Reggaetón que sale desde el pequeño altavoz de su aparato. Dado que estos individuos (e individuas) parecen no darse por aludidos ante las miradas reprobadoras y agobiados resoplidos que algunos de los damnificados les lanzamos, sólo me queda pedirles por favor que, ya que nos convierten en obligados oyentes de su cancioncillas, al menos incluyan en su limitado y horrendo repertorio algo de rock, jazz, blues o música clásica. Seguramente, esta concesión ennoblecerá su espíritu y hará de paso que la tortura que padecemos el resto sea algo más llevadera. Gracias.

sábado, 22 de diciembre de 2007

1408. Cusack, King y la habitación del pánico.



En esta ocasión, el actor John Cusack da vida a un descreido escritor que en sus libros se dedica a desacreditar los fenómenos paranormales. Un buen día recibe en su apartado de correos una postal que le reta a pasar la noche en la habitación 1408 del hotel Dolphin de Nueva York, de la que aseguran nadie ha salido vivo jamás. Con un estilo sobrio, cercano al telefilme, y un tono extrañamente malsano, la inquietante y paulatina presentación de la trama, así como el corto tête à tête interpretativo entre Cusack y Samuel L. Jackson -quien interpreta al gerente del hotel-, disparan unas expectativas que quedan enterradas en la hora posterior del filme. Una hora que constituye el cuerpo central de la historia, una hora narrada casi a tiempo real y que nos hace testigos del forzado cautiverio del protagonista en la habitación maldita. Este gran fragmento, inundado de efectismo sonoros y visuales mil veces utilizados en otras producciones del mismo género, dan muestra correctamente del sentimiento claustrofóbico, del estado alucinatorio del protagonista, de sus traumas y de sus fantasmas personales, convirtiendo tan extrema y terrorífica experiencia en una alegoría más que evidente de la pugna interna que nuestros miedos, fobias y frustraciones más intimas ejercen contra nuestra integridad emocional. El mimetismo que el filme del director sueco Mikael Håfström guarda con El Resplandor es obvio, no en vano ambas películas estan inspiradas en sendos relatos del novelista Stephen King, aunque no menos patente resulta que ni Jonh Cusack es Jack Nicholson, ni Håfström es Stanley Kubrick, por mucho que lo intenten.

jueves, 20 de diciembre de 2007

¿Quién puede matar a un niño?, la mejor película española de terror.



7 años después del éxito de La residencia, Chicho Ibáñez Serrador regresó a la gran pantalla con esta película, una nueva cinta de terror basada en una novela de Juan José Plans y que volvió a reventar las taquillas tanto aquí como en el extranjero. ¿Quién puede matar a un niño? se abre con 5 minutos de imágenes de archivo en las que se muestran a niños del tercer mundo padeciendo los rigores de la guerra y el hambre (Vietnam, Biafra...), lo que explicita el carácter vengativo de la horrorosa fábula que nos será narrada a renglón seguido. Muy influida por clásicos como El pueblo de los malditos y, en menor medida, por Los pájaros y La noche de los muertos vivientes, la película se convirtió inmediaramente en una obra de culto, gracias en parte a su impactante desenlace y a un novedoso planteamiento que opta por el terror diurno y que elude la oscuridad como manido elemento de tensión. Virtudes aparte, la película no ha soportado del todo bien el paso de los años, y es que algunos de sus pasajes resultan algo inverosímiles, y otros del todo reiterativos e inecesarios. Con todo, es seguramente la mejor película de terror que ha dado la cinematografía española, aunque recientemente Rec ha entrado en la liza por la conquista de este honor.

lunes, 17 de diciembre de 2007

ENTREVISTA. NACHO CERDÀ: NUEVO VALOR DEL CINE DE TERROR





Nos citamos a las 5 en el Salambó, literaria cafetería ubicada en el barrio barcelonés de Gracia, al lado de los cines Verdi Park. La tarde era oscura y lluviosa, adecuada para una interesante charla sobre cine fantástico, y Nacho Cerdà el interlocutor propicio para que así fuera. Barcelonés de 37 años, Cerdà ha visto como en los EEUU su primer largometraje, al que compara con el virus de la gripe (pues “se te mete dentro y se manifiesta 3 días después”), ha sido estrenado en casi 1000 salas, algo que no parece darle ningún vértigo.

Por fin se estrena en España Los abandonados. Es extraño que, siendo una producción nacional, haya sido estrenada antes en los EEUU.
Para mi es un honor, y la película es un producto destinado al mercado exterior. Sólo existe un caso previo, que es el de Amenábar con Los otros, aunque la mía es la primera ópera prima a la que le pasa esto.

Fue proyectada en unas 1000 salas
Sí, después de Los otros y Darkness es la película española que en más salas estadounidenses se ha exhibido. Como cinéfilo y mitómano fue un shock considerable.

¿Qué acogida ha tenido?
La considero una película poco convencional, y con ella no me proponía complacer a todo el mundo, por lo tanto ha provocado reacciones encontradas. Tuvo una muy buena crítica en “Variety”. Por otro lado, en los festivales de género la acogida ha sido positiva, aunque las reacciones más pasionales las he encontrado en la gente no aficionada al terror, esto indica que no es una película de terror convencional. Creo que la película no deja indiferente.

Después de tus tres cortos y de tu primer largometraje, todos ellos de terror. ¿Te consideras un autor de género?
Esa definición la dejo a los demás. Desde pequeño, gracias a Tiburón, he estado familiarizado con el cine de género. Fue tal el impacto que me produjo aquella película, que ahora como director intento reproducir inconscientemente aquella sensación en los demás.

¿Eres junto a Balagueró y Paco Plaza abanderado de la revitalización que el género está experimentando en España?
Yo considero que Alex de la Iglesia, aunque más festivo y paródico, fue el precursor de todo esto. Luego vino Balagueró con una línea más sórdida. Lo que está claro es que nuestra generación ha roto con el cine de la Transición, pues la vivimos de refilón. Hemos crecido con películas americanas de género, y eso se nota.


¿Estás abierto a otros géneros?
Totalmente. A mi me encanta el dramón. Visionar hace poco United 93 me hizo ver que lo más terrorífico puede estar en la más simple realidad, sin recurrir al gore o a la hemoglobina. Haneke es un claro ejemplo de ello.

¿Cuáles son tus influencias?
Carpenter y Walter Hill fueron los cineastas que me entraron más pasionalmente. El buen cine de acción me ha gustado siempre, y me ha influido a nivel narrativo y de montaje, Arma letal por ejemplo me parece una película extraordinaria. Después descubrí a Cronenberg. También me han gustado directores italianos como Lucio Fulci y Dario Argento.

¿Cómo definirías Los abandonados?
Es un viaje de una persona hacia el interior de su propia existencia, una pesadilla que no se ha de tomar de forma literal, todo lo que ocurre es una aproximación metafórica a la búsqueda de la propia identidad. Habla del abandono del pasado para, finalmente, afrontar el futuro.

¿Cómo surgió?
Partió de una idea de Karim Hussain, que quería hacer algo así como una película de terror en clave rusa, tarkovskiana. Luego entró Richard Stanley, que la reescribió adaptándola al presupuesto. Además algunas líneas narrativas tuvieron que ser eliminadas por motivos de metraje.

¿Cuáles son tus próximos proyectos?

Me gustaría retomar el proyecto de Oblivion, una película, postapocalíptica, rayana a la ciencia ficción, que requería de una logística más complicada.

sábado, 15 de diciembre de 2007

G.W.B.: Caso cerrado.



Nos hallamos ante una obra tan polémica e impactante, como apasionante y elaborada. Una propuesta novedosa que, desde la verídica perspectiva de un mockumentary (o falso documental) de investigación, nos plantea las implicaciones sociopolíticas que tendría el no tan descabellado magnicidio del actual presidente de los EEUU, George Bush.

La película de Gabriel Range, pese a la a veces integrista e inargumentada opinión de algunos críticos (no cito nombres), funciona a la perfección en sus tres facetas principales. Como falso documental, el verismo que destilan sus imágenes es tan creíble como cualquier reportaje de la CNN o de la BBC; como obra de tesis política, la analogía que se establece con los acontecimientos derivados del 11S es tan oportuna y acertada como cualquier disertación politológica del más alto nivel; y, por último, como thriller, el film desmadeja la intriga de forma progresiva, generando expectativas e interés que colma sobradamente con un dramático y esclarecedor desenlace. Todo esto, eludiendo el humor burdo al que se presta este tipo de propuestas basadas en la farsa documental (me viene a la memoria CSA). Créanme si les digo que Muerte de un presidente se trata del mejor falso documental desde Zelig.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Esa amante inoportuna que se llama Soledad.







Una noche de invierno, un guardia jurado, una maestra de secundaria y una joven violonchelista que esperan un autobús urbano en una parada cualquiera, asisten atónitos al abandono de un pequeño perro en plena calle. No se conocen, y difícilmente sus vidas vuelvan a cruzarse. A partir de este encuentro anecdótico, de este intrascendente nexo, 53 días de invierno reseguirá la rutina diaria de estos tres personajes a lo largo de 53 jornadas, ahondará en la existencia de tres personas de a pie cuyas vidas están marcadas por la soledad y el mudo desespero.


Rodada en diferentes localizaciones de Barcelona, la segunda película de la catalana Judith Colell es un melodrama social, una historia coral y urbana sin apenas artificios. Según la directora: "Ésta es una película que habla de la soledad y la fragilidad de la vida. Sus tres personajes protagonistas están solos, tan solos como cualquiera de nosotros, y son frágiles, también como cualquiera de nosotros. No hace falta que pasen grandes cosas para que nuestras vidas se resquebrajen. A menudo, un pequeño e irrelevante detalle se convierte en el detonante que remueve nuestro mundo y hace que este se tambalee hasta el límite".


Aunque Colell afirma que en la producción de la película ha tenido como referentes 21 gramos y Amores perros, su estilo es deudor de cineastas autóctonos como León de Aranoa, Cesc Gay y Jaime Rosales, pues denota un dramatismo contenido, un intimismo conmovedor y una fuerte empatía con los personajes, unos personajes, dicho sea de paso, sobriamente interpretados por un reparto que sabe combinar equilibradamente veteranía y juventud.

Realismo futurista.


Las novelas antitutópicas (o distópicas), aquellas que retratándonos una futura sociedad apocalíptica nos plantean serias y críticas reflexiones acerca de lo que nuestros errores del presente pueden acarrear en un porvenir no muy lejano, son y han sido una parte muy importante de la ciencia ficción, género literario injustamente devaluado debido a que en muchas ocasiones es asociado erróneamente -y casi en exclusividad- a superficiales aventuras interestelares trufadas de prodigios tecnológicos.
“1984”, “Eumeswil” y “Fahrenheit 451” son clásicos indiscutibles de la literatura universal que nos aportaron una visión desencantada de las 3 grandes utopías ideológicas del siglo XX -comunismo, fascismo y liberalismo, respectivamente-; “Un mundo feliz” hacía lo propio con la eugenesis; y películas como Mad Max y Akira propusieron espantosos colapsos posnucleares.
Basada en una novela homónima de P. D. James, escritora archiconocida fundamentalmente por sus obras policíacas, Hijos de los hombres, al igual que Blade Runner, THX 1138, Metrópolis o Gattaca, se encuadra en este tipo de historias desencantadas con el mañana, y dibuja un mundo inquietantemente próximo, muy similar al nuestro, en el que el ser humano se encuentra al borde de la extinción a causa de la esterilidad de la especie. El director mexicano Alfonso Cuarón nos traslada al año 2027, Reino Unido, y se vale de una agobiante intriga futurista, que gira en torno al alumbramiento de un ser humano tras 20 años sin partos, para, mediante un ejercicio moderado de la hipérbole anticipatoria, visualizar algunas de las preocupaciones más acuciantes de nuestra sociedad: los masivos flujos migratorios irregulares, las consiguientes políticas represivas y sus consecuencias, la evolución del activismo altermundialista, y la dialéctica terrorismo/antiterrorismo.
Lejos de la estética habitual de la mayoría de filmes de ciencia ficción, y en sintonía visual con otras excepciones dentro de el género como son Código 46 y Cuando el destino nos alcance, el último trabajo de Cuarón se decanta por la moderación en los efectos especiales, por una ambientación lúgubre y por el uso de la cámara al hombro, opciones que sin duda imprimen una alta dosis de realismo a la película, haciéndola más cercana al espectador y por ende más turbadora. Lástima que su fantasioso colofón, escogido con toda seguridad para aportar un hálito de esperanza a la narración, desentone con esa crudeza expositiva que hace de la película una obra de visionado casi obligado.

lunes, 10 de diciembre de 2007

EL PRIMER UN-MAKING OFF DE LA HISTORIA



En el año 2000 Terry Gillian se hizo con los servicios de los directores Keith Fulton y Louis Pepe para que rodaran el making off de la película en la que estaba trabajando en aquellos momentos, “El hombre que mató a Don Quijote”, una versión libre y postmoderna de la afamada novela de Cervantes.

La mala suerte y las incidencias se cebaron con la película de Gillian, hasta el punto de que ésta tuvo que ser suspendida a los 6 días de rodaje, por lo que, si nos atenemos a una lógica puramente comercial, la cancelación del rodaje de la película debería haber supuesto automáticamente la suspensión de su consiguiente making off, pero no sucedió así. El documental de Fulton y Pepe siguió adelante, se finalizó, y se convirtió en el testimonio de meses de trabajo y de ilusiones creativas que nunca llegaron a materializarse en una película.

Imprevisiblemente lo que inicialmente tenía que ser un making off, se trasformó en la crónica de un fracaso, diario audiovisual del derrumbe de una producción cinematográfica. Una propuesta temática atrevida, pues si bien los making off son documentales con una clara vocación promocional sobre la realización de un filme, “Lost in la Mancha” es la reivindicación de un “no filme”. Un documental sobre una película que nunca existió, y que hoy por hoy solo existe en la cabeza de Terry Gillian. Una vuelta de tuerca al género documental de los making off en la que algunos críticos han querido ver el primer “un-making off” de la historia del cine y producto pionero de, quizás, un nuevo subgénero documental.

Inicialmente, y durante buena parte de la película, “Lost in la Mancha” si que se desarrolla como un making off, no en vano era lo que pretendía ser. Recoge declaraciones del equipo técnico y de los actores, incorpora los storyboards de Gillian, muestra la lectura del guión y los ensayos, y da testimonio de los primeros días de rodaje. Pero la desgracia cae sobre la película, y una serie de acontecimientos desafortunados truncan el proyecto. Del desmantelamiento de la película y los sinsabores que esto provoca a su director, Terry Gillian, y sus colaboradores más allegados se hace eco el documental.

De una manera tragicómica, a la par que íntima, “Lost in la Mancha” relata como, una vez más, la frialdad de los números, el mecanicismo de la industria cinematográfica, y los imperativos económicos se acaban imponiendo a la emotividad creativa, que no entiende ni de números, ni de rentabilidades. Estableciéndose así un paralelismo metafórico del personaje literario a adaptar, Don Quijote, y el director de dicha adaptación cinematográfica, Terry Gillian, quien, al igual que el hidalgo cervantino, verá como sus sueños e ilusiones se desvanecen ante el envite de la cruda realidad. Los inversores, los aseguradores, y la falta de liquidez serán las aspas del particular molino que derribe a Gillian.

La vida secreta de los silencios




Película de magistrales y convincentes interpretaciones que se desarrolla en un desolado contexto, una plataforma petrolífera, paraje ideal para el refugio de vidas desdichadas y huidizas. La vida secreta de las palabras, flamante (y merecida) triunfadora de los Goya 2005, es una película delicada, sensible y sugerente que versa sobre el poder regenerador del amor y la capacidad catártica de la comunicación, en concreto de las palabras. Así lo ratifica Sarah Polley en la escena en la que confiesa emotivamente la fuente de su penuria al sufrido personaje interpretado por Tim Robbins. Pero contrariamente a lo que su título anuncia y su escena final confirma, La vida secreta de las palabras cuenta mucho más por lo que calla que por lo que habla, y si bien hay que reconocer que la confesión final es efectista y lacrimógena a sobremanera, también hay que decir que contradice gran parte del discurso narrativo del que se vale Coixet durante buena parte de la película, un discurso intimista tan perfectamente inteligible como carente de expresión verbal. Al final, un torrente de sentidas palabras salidas de la boca de la protagonista nos confirman innecesariamente algo que ya sabíamos sobradamente por las magistrales miradas, silencios y gestos con que Polley nos había obsequiado a lo largo del film. A pesar de su título, a veces las palabras sobran.

sábado, 8 de diciembre de 2007

El leñador, caperucita y el lobo.



Vivimos en una época en la que el puritanismo está en alza, en la que conductas patológicas, delictivas y, sin duda, aborrecibles, como la pedofilia, están siendo utilizadas como excusa para imponer una moral sexual restrictiva. Es en este río revuelto, contexto de confusión y caldo de cultivo para el extremismo, en el que películas como El leñador cobran un redoblado valor discursivo e histórico. No caer en la truculencia para reflexionar de manera comedida y humana sobre la pederastia, es algo difícil en EEUU y en cualquier otra parte del mundo, pues el riesgo de que la sobriedad sea malinterpreta es altamente probable. La película de la debutante Nicol Kassell sigue esta arriesgada senda, que ya fue tomada en su día por cintas como De nens o Capturing the Friedmans. La película retrata de manera sobrecogedora los fantasmas interiores de un pederasta que ha cumplido condena, magistralmente interpretado por Kevin Bacon, y reflexiona sobre la reinserción, el (auto)rechazo y la reincidencia. Aunque el desenlace del film destruye parte de su alegato compasivo, pues la redención es alcanzada mediante la agresión a otro pederasta, ello no es más que una prueba de la complejidad del asunto y del desprecio que el protagonista siente por sí mismo.

CRÍTICA, PERO EPIDÉRMICA: OBJECIONES SOBRE PERSÉPOLIS


Persépolis, en tanto que elude cualquier explicación acerca del apoyo masivo que la población iraní brindó a la revolución islamista de Jomeini (la única del siglo XX que según el historiador Eric Hobsbawm no tuvo sus raíces en la ilustración europea), peca de tendenciosa e incompleta. Los rigores que padeció la directora del film (además de autora del cómic homónimo en que está inspirado) hacen comprensible y justificable esta postura, que sin embargo no es suficiente para calibrar la naturaleza y el robustecimiento de una actitud socio-política (la del régimen de los ayatolás) en permanente confrontación con el supuesto progreso del mundo occidental. Este posicionamiento netamente occidentalizado y maniqueo no brinda en absoluto la posibilidad de un análisis concienzudo, crítico y autocrítico, ni arroja luz sobre una situación (la ausencia de libertades civiles en Iran) de sobras conocida por todos. Dicho esto, he de decir que los momentos de mayor ironía y lucidez de la película corresponden a las reflexiones que la joven protagonista vierte acerca de las relaciones afectivas, el sexo y la adolescencia, algo que por su universalidad traspasa cualquier frontera geográfica y que se escapa del superficial cariz político por el que es identificado este filme.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Los relatos eternos en Spiderman, de Sam Raimi.



Tal y cómo afirma el catedrático en Comunicación Audiovisual Román Gubern, “las protofantasías perduran a lo largo de los siglos bajo diferentes ropajes, que las acomodan a su tiempo”. Así, ni el cómic, ni el cine han podido desvincularse de los relatos tradicionales.
Basándonos en esta premisa, el primer elemento simbólico, el más evidente y primario que contiene el personaje de Spiderman, es el de la antropomorfización del mundo animal, costumbre a través de la cual muchos de los ritos y creencias de las sociedades más primitivas proyectaban cualidades animales en el hombre y a la inversa: Spiderman aúna en su forma características humanas y arácnidas.
Tampoco es descabellado convenir que Spiderman, entre otras cosas, adapta a nuestro actual contexto los antiguos relatos heroicos de las tradiciones mitológicas y folklóricas. Nuestro superhéroe, como los héroes greco-romanos de antaño, no sólo posee habilidades sobrehumanas, sino que además ciertos rasgos idealizados de su personalidad (altruismo, sacrificio y entrega) le conducirán a utilizar estas habilidades en beneficio de la humanidad, protagonizando de paso hazañas extraordinarias por las que se hace famoso. La acomodación a la que Gubern hace referencia la hallamos en el hecho de que Spiderman es un personaje adaptado a nuestra realidad, es decir, su alter ego, Peter Parker, es un muchacho con los problemas y las inquietudes de cualquier veinteañero de nuestros días, y con este propósito, el de conectar con los jóvenes lectores de la década de los 60, el personaje fue diseñado y pensado por sus creadores, el guionista Stan Lee y el ilustrador Jack Kirby. Muchos otros son los elementos argumentales que permanecen, y el hecho de que P. Parker sea huérfano no es gratuito ni casual: destacados héroes de las tradiciones de la edad antigua eran hijos adoptados, Rómulo y Remo y Moisés sin ir más lejos.
Pese a sus heroicidades, vemos que Spiderman despierta ciertas reticencias entre parte de la población de Nueva York. Este recelo servirá de caldo de cultivo a la campaña de desprestigio que emprende el periódico Daily Bugle contra el hombre-araña; sin duda, el miedo que el superhéroe inicialmente despierta viene dado por el aspecto misterioso que le confiere su disfraz y por las connotaciones siniestras que para el subconsciente colectivo acompañan al insecto que le representa: la araña, un artrópodo desagradable y venenoso.
El disfraz azul y rojo de Spiderman está complementado por líneas negras entrecruzadas en espiral, en clara alusión a la telaraña y a la sensación de dinamismo que expresa una figura como la espiral (no olvidemos que Spiderman es un superhéroe extraordinariamente ágil y flexible, un saltimbanqui de los rascacielos). El diseño de su capucha, por su parte, procede de las máscaras que los luchadores mexicanos de wrestling utilizaban y utilizan en el ring, un complemento vistoso que les confiere un halo de misterio muy atractivo para el público. Disfraz y la máscara son 2 elementos que de nuevo encuentran su significado en el uso común que tradicionalmente se les ha dado en muy diversas culturas, tanto actuales como del pasado. Ambos han sido siempre relacionados con la ocultación y el fingimiento, funciones que hallan su máxima expresión en algunos rituales tribales de carácter religioso, en la festividad de Carnaval, y en las representaciones teatrales del teatro chino y de la comedia de arte.
Respondiendo a otro tipo de relato eterno, el del personaje dual, hemos de señalar la evidencia de que Peter Parker, mediante el uso de la máscara y el disfraz, desdobla su personalidad en 2 caracteres bien distintos. Por un lado, Peter Parker es un joven de apariencia débil, carácter tímido y con escaso o nulo magnetismo. Su alter ego, en cambio, es un héroe decidido, valiente y seguro de sí mismo; hace un uso ostensible (casi exhibicionista) de sus habilidades. Los poderes sobrehumanos que posee son el centro de atención de todo el mundo, bien por admiración, bien por el temor que provocan. Cuando P. Parker se enfunda su traje, su carácter cambia por completo, y así su timidez se desvanece, transformándose en osadía, ingenio e incluso gracia y desparpajo verbal. Pese a estas remarcables diferencias, la esencia moral de los dos caracteres no experimenta grandes cambios, pues Parker es de una bondad pasiva y acomplejada, y Spiderman es un activo benefactor. Si en alguien se ve perfectamente reflejada la dualidad moral es en el antagonista de la historia: El Duende. N. Osborn es un empresario de éxito, influyente y adinerado, que pasa por ser una persona altruista, preocupada por el progreso y el bienestar de los ciudadanos. Sin embargo, cuando se enfunda el traje de El Duende y hace un uso malévolo de sus poderes, se convierte en un ser moralmente mezquino, un individuo despreciable que ambiciona el poder, y que no tiene el más mínimo remilgo en utilizar la violencia con tal de detentarlo. La doble naturaleza de las cosas ha sido ampliamente tratada en numerosos relatos y religiones, desde el taoísmo (el ying y el yang), hasta la novela de Robert Louis Stevenson El extraño caso del Doctor Jeckyll y Mr. Hyde. Todo este tipo de relatos y creencias sobre la dualidad hacen referencia a la constante pugna que en la naturaleza existe entre 2 fuerzas opuestas.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Exorcista juzgado



Para no inducir a equívocos desagradables al espectador, conviene advertir que El exorcismo de Emily Rose, a pesar de lo que su título, su temática y la tipografía de las letras de su cartel puedan dar a entender, nada tiene que ver con la imperecedera película de William Friedkin, El exorcista. Basada en hechos verídicos, nos encontramos ante una película de acción judicial que narra la historia de Emily Rose, una joven epiléptica y de tendencias psicóticas que murió mientras se le practicaba un exorcismo. El padre Moore, el sacerdote que practicó la ceremonia, deberá dar cuentas ante la justicia acusado de actitud negligente, por lo que el juicio será el eje narrativo de la historia, y los testimonios que en él se den, mostrados a través de flashbacks subjetivos, matizarán los hechos paulatinamente. Los sustos, la atmósfera inquietante, el maquillaje y los efectos visuales quedarán relegados a alguno de estos flashbacks, y dotarán de una estimable cadencia terrorífica al debate filosófico sobre los límites de la Fe que se desarrolla a lo largo del film: La defensora del padre Moore, interpretada por Laura Linney, es agnóstica, pero en su mano está convencer al jurado de que existe el demonio, y de que éste es capaz de manifestarse. En el intento, su inquebrantable escepticismo religioso comenzará a resquebrajarse. Por un lado tenemos enjundia en el debate y drama judicial, por el otro el aderezo de gotas de terror y suspense. La virtud de la película radica, pues, en esta equilibrada mezcla de estos elementos aparentemente tan dispares. De esta manera, El exorcismo de Emily Rose funciona como un filme de terror en algunos pasajes, y como un largometraje de juicios sobre los límites de la fe en otros.

Finalmente, la película acabará tomando partido por aquellos que "creen", cosa harto peligrosa si tenemos en cuenta el avance que actualmente están experimentando en EEUU el puritanismo, el creacionismo y la derecha religiosa intransigente.

martes, 4 de diciembre de 2007

APUNTES SOBRE BRESSON

Robert Bresson (1907-1999) es un cineasta poco o nada conocido por el gran público que, sin embargo, debido a su estilo único y personal, así como a una convencida y tajante radicalidad artística, fue una influencia innegable para la Nouvelle vague, motivo por el cual es considerado un maestro en los círculos cinematográficos más exquisitos. Según Bresson, que consideraba el cine un arte autónomo, una nueva forma de escritura a partir de imágenes y sonidos, las películas que la gran mayoría de los espectadores consumen son teatro filmado, modelo tradicional, imperante y equivocado, frente al que contrapuso su propia idea de hacer cine, a la que bautizó con el nombre de “cinematógrafo”. Sin ninguna concesión comercial, este estilo, seco y sin ornamentos, se fundamentaba en tres pilares principales:
1) Una planificación y un montaje que eludían los rostros, los planos generales y los planos medios; optando por los planos de objetos y de miembros (piernas y manos), así como por los planos al detalle y el fuera de campo; tratando así de que el espectador aprehendiera el conjunto mediante piezas fragmentadas del mismo.
2) Unas interpretaciónes (a la que llamaba “no interpretación”) inexpresivas, ejecutadas por actores no profesionales, que buscaban la contención emotiva.
3) Unas temáticas humanas y transcendentales tras las cuales, como ocurre en el cine de Dreyer y Ozu, se intuye la presencia de cierta religiosidad algo indefinida.

Éstas y otras premisas están compiladas y argumentadas por el propio director en el libro “Notas sobre el cinematógrafo" (Ediciones Árdora).

lunes, 3 de diciembre de 2007

De New York a BCN



Oriundo de Nueva York, de familia judía y acomodada, persona de aspecto inconfundible gracias a sus gafas de pasta, humorista y guionista antes que cineasta, amante de la música Jazz y clarinetista ocasional, antihéroe hipocondríaco y adicto al psicoanalista... Estos y otros muchos datos sobre la vida de Woody Allen, cuyo verdadero nombre es Allan Stewart Königsberg, resultan sobradamente conocidos por la inmensa mayoría de los mortales, sean o no seguidores de la extensa filmografía de tan insigne y prolífico director. Su enorme popularidad ha traspasado lo estrictamente cinematográfico, convirtiéndolo en un personaje público de primer orden cuya vida privada, en ocasiones y muy a pesar suyo, ha tenido una mayor trascendencia mediática que sus propias películas, el ejemplo más claro de esta afirmación lo encontramos en el gran escándalo que suscitó en la prensa internacional la relación sentimental que el cineasta emprendió con su hijastra poco tiempo después de separarse de la actriz Mia Farrow.

Más apreciado en Europa que en su país natal, Allen es de los pocos realizadores que tienen un control casi absoluto sobre sus películas, ocurrentes y reflexivas comedias, algunas de ellas con tintes dramáticos, que dirige, guioniza y habitualmente protagoniza, aunque esta última faceta parece ser que ha sido aparcada definitivamente por el propio director, quien después de su inevitable ingreso en el club de los heptagenarios no se considera válido para dar vida a sus personajes. En 1977, tras una serie de burlonas películas, más frívolas e intranscendentes que sus obras más importantes, Allen alcanzó su máxima cota artística y profesional con los 4 Oscars conseguidos por Annie Hall (película, guión y director incluidos), óptimo nivel cualitativo que mantuvo durante un par años más gracias a Manhattan e Interiores, ambas nominadas al Oscar al mejor guión original en el 78 y 79 respectivamente. En 1986 volvió a conseguir el Oscar al mejor guión original por Hannah y sus hermanas, premio por el que volvió a ser nominado en el 2005 por Match Point. Desde el 82 el neoyorquino es capaz de mantener con dignidad, gracia y relativa frescura el prodigioso ritmo realizador de una película por año. Genial para unos, copiador y cargante para otros, su cine es una personal y divertida mezcla plagada de referencias autobiográficas que aúna la mitomanía, el intimismo trascendente de Bergman, el costumbrismo extravagante de Fellini y la verborreica y gestual comicidad de los Marx. Su última película, Vicki Cristina Barcelona, ha sido rodada en Barcelona, Oviedo y Avilés, algo que ha generado un interés y unas expectativas desbordadas e inusitadas entre nuestros ciudadanos y convecinos, expectativas que a buen seguro se verán colmadas si Allen hace lo que mejor sabe: Cine del bueno.

SOBRE MITOS Y LEYENDAS

Como en Un condenado a muerte se ha escapado, el desenlace de la trama principal de la película del neozelandés Andrew Dominik nos es revelado en su título. Sujeto y objeto de la acción son conocidos de antemano por el espectador en una clara voluntad de eludir el suspense argumental. La comparación con Robert Bresson no se ciñe únicamente a las similitudes intencionales que estas 2 películas guardan en la construcción de su título, y es que, aunque el ensimismamiento en los planos detalle no es ni por asomo igual que el de las obras de Bresson, la observación de los interludios y de los tiempos muertos en el primer segmento de El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford es tan o más de importante que en los films del cineasta francés. Este inicial intimismo (observación bressoniana, más bien) viene acompañado de una fotografía muy poco convencional en el Western, una opción visual que elude el cansino paisajismo característico de este género para apostar por el claroscurismo, el expresionismo y por cierta experimentación derivada de los contornos desenfocados de algunos planos, algo que refuerza el tono crepuscular y melancólico de la película.

Paradógicamente, El asesinato de Jesse James desmitifica la figura del sanguinario asaltador de bancos dándonos la justa medida, desde una perspectiva plenamente antropológica, de lo que es un Mito. Con minuciosidad, ídolo (Jesse James) e idólatra (Bob Ford) nos son presentados como si de dos caras de una misma moneda se trataran, aunque estos 2 modelos no son inamovibles: James, cansado de su vida de forajido y consciente de su vileza, es un ser despiadado que en nada se parece a un Robin Hood del salvaje Oeste; y Ford, lejos de rendir pleitesía y lealtad a James, se rebela contra el mito que le ha decepcionado, en busca quizá de la gloria que éste se labró después de 14 años de homicidas latrocinios. Lo que no sabía Ford (Robert, no John) es que lo que más adulan las masas es la imagen del mal impune, y que la construcción de un mito ni se maquina, ni se logra buscadamente, más bien se esculpe poco a poco, azarosa y desinteresadamente. Por eso Jesse James, pese a sus tropelías, siempre será un mito, y el cobarde Robert Ford, nunca dejara de ser un miserable. Amén.

HOME, SWEET HOME


El ansia por llegar a casa movió sus piernas con energía después de 8 largas e ininterrumpidas horas de rutinario trabajo. Tras calentarse el potaje en el fogón, sació su hambre y se acomodó en el sofá, frente al televisor. Erguido, con la cabeza apoyada sobre dos cojines, miraba con desinterés las imágenes que se reproducían en la pantalla plana de la caja catódica. Mientras sus párpados caían lenta y agradablemente, pensó que aquella buscada modorra era posiblemente el mejor momento del día, y que quizá la tele era el mejor narcótico del mundo... Shhhhhhhh....ZZZZZZZZZ.