martes, 24 de noviembre de 2009

Dibujos animados.


Planeta 51 es la prueba plausible de que cada vez es menor la distancia que a nivel gráfico separa a las superproducciones de Disney, Pixar y Dreamworks de las películas de animación más austeras. Es irrefutable que la película de los españoles Jorge Blanco y Javier Abad consigue unos efectos visuales, en lo que a movimiento, volumen, profundidad y diseño, equiparables a los trabajos de Brad Bird, Andrew Stanton o Andrew Adamson. Ahora bien, ¿acaso Los increíbles, Wall-e o Shrek (por citar algunos ejemplos) han pasado a la historia de la animación únicamente por la calidad técnica que sin duda atesoran? La respuesta es: rotundamente NO.

Además de estos valores técnicos indispensables para ser consideradas obras maestras de la animación, estas películas han hecho gala de un conocimiento del lenguaje cinematográfico, de una sensibilidad y de una trascendencia discursiva tales que la peyorativa etiqueta de “infantil”, que tradicionalmente acompaña a las llamadas películas de “dibujos animados”, ha comenzado a ponerse en entredicho seriamente. ¿Posee Planeta 51 estas cualidades extraordinarias que marcan la edad adulta de la animación para todos los públicos? Ni por asomo.

Esta producción hispano-británica es una historia de temática alienígena en la que los roles se invierten. ¿Y si fuéramos nosotros los visitantes y no los visitados? ¿Y si un astronauta de la NASA aterrizara en un planeta habitado por una civilización avanzada? ¿Y si la concepción que tiene esa civilización extraterrestre sobre los alienígenas fuera igual de recelosa, prejuiciosa y fantasiosa que la nuestra? En base a estos términos, y recurriendo conscientemente a todos los tópicos habidos y por haber, Planeta 51 rinde obligado homenaje a las principales películas sobre extraterrestres, desde la ciencia ficción de los años 50 (Them!, La guerra de los mundos, El experimento del Dr. Quatermass, Ultimátum a la Tierra…) hasta E.T. y Alien. Sin embargo, los guiños cinéfilos no consiguen que Planeta 51 se desmarque lo suficiente de ese tono superficial e infantil del que Ratatouille, Up O Wall-e sí se desprendieron.

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