martes, 3 de noviembre de 2009

50 hombres muertos (o la nobleza del infiltrado).


50 hombres muertos, que debe su título a las 50 personas que supuestamente Martin McGartland salvó con sus delaciones de ser asesinadas por el IRA, se inicia en Canadá, en 1999. En un paisaje gélido, un hombre revisa los bajos de su coche y tras subirse al vehiculo es tiroteado por un encapuchado que se da a la fuga. A partir de aquí, la mayor parte de la narración es un gran flashback que da cuenta linealmente de como el citado McGartland entró como voluntario del IRA mientras ejercía de informante de la policía.

Basada en la autobiografía del propio M. McGartland, este thriller sobre terrorismo sabe mantener la acción y el suspense gracias a una correcta hibridación entre espectacularidad y realismo, lo que lo sitúa cerca de películas como En el nombre del padre o la más reciente trilogía de Bourne. Es, sin embargo, su vertiente ideológica, lo que rebaja la categoría del film. Su equidistancia con los dos bandos contendientes, tan simplista como poco esclarecedora, obra a favor de un extraño ennoblecimiento del infiltrado o topo, una figura siempre reprobable que aquí adopta dimensiones casi heroicas hacia el final de la cinta.

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