jueves, 13 de agosto de 2009

Hitler revisado.


Precedida por la polémica en su país de origen, llega a nuestras salas comerciales la comedia Mein Führer, una pretendida sátira acerca de la patética figura de Adolf Hitler durante el último año de la II Guerra Mundial (1939-45). Como parodia, el film del veterano Levy resulta de lo más insulso, pues ninguna de las situaciones propuestas hacen gracia ni caen en gracia. Un pobre balance que queda absolutamente refrendado tras contemplar atónito el poco original desenlace de la película, literalmente plagiado de los últimos minutos de la obra maestra de Charles Chaplin, El gran dictador.


El justificado despedazamiento de esta patraña se quedaría en el párrafo anterior si no fuera por la peligrosa carga ideológica que ésta contiene. De manera insensata (y quiero creer que inconsciente), Levy victimiza la figura de Hitler y lo retrata como un ser torturado por una infancia traumática, convirtiéndolo además en una marioneta en manos de los ministros Goebbels y Himmler. La cinta llega incluso a sugerir que el “pobre” Hitler desconocía el horror que supuso la llamada Solución Final, y que el verdadero destino que el cruento dictador había ideado para el pueblo judío fue la isla de Madagascar.


Desconozco lo informado que estará el señor Levy en materia historiográfica, pero alguien debería advertirle de que su interpretación se halla muy cerca de los postulados revisionistas y negacionistas, aquellos que mitigan o niegan directamente el Holocausto. Lo más triste y sorprendente de todo esto es que Dani Levy es judío…

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