viernes, 11 de diciembre de 2009

El último Na'Vi


No me cabe la menor duda de que Avatar será un taquillazo… por lo menos a lo largo de las primeras semanas de su estreno, durante las cuales la curiosidad “matará al gato”, estoy seguro de que el público acudirá en tropel a ver lo que se cuece. El despliegue de la última superproducción de James Cameron, tanto a nivel técnico como promocional, así lo merece, y difícilmente defraudará las expectativas depositadas en su diseño, digitalización y efectos 3D.

No estoy tan seguro, sin embargo, de que lo nuevo del director de Titanic y T2 sea recibido como el producto de SF definitivo que se nos promete, pues su sincrético argumento es tan descaradamente aglutinador a nivel temático que cuanto se nos narra ha sido tratado ya, de un modo u otro, por alguna película anterior: la relación de amor del protagonista con la cultura Na’Vi recordará a Bailando con lobos y El último mohicano; el funcionamiento macro-orgánico del planeta Pandora lo hará levemente a Solaris; y el despliegue tecnológico en el ecosistema pandoriano parece surgir de un cruce entre Parque Jurásico y Starship troopers…Western indigenista, cine bélico, aventuras coloniales y, evidentemente, ciencia ficción se mezclan con naturalidad en esta película, pero también sin el menor atisbo de originalidad.

Sólo el concepto de “avatar”, entendido como una reencarnación durante el sueño en un cuerpo extraterrestre diseñado genéticamente, aporta un elemento ligeramente novedoso al cine de ciencia ficción, pero lo hace superficialmente, forzando la credibilidad de algunas situaciones (el personaje interpretado por S. Worthington se integra en el clan Na’Vi con demasiada facilidad, levantando muy pocas sospechas), y sin profundizar demasiado en las interesantes posibilidades que este concepto arroja en lo que a confusión entre sueño y realidad se refiere.

Nos hallamos, pues, ante una película innegablemente entretenida y de diseño deslumbrante (cómo para no serlo después de gastar más de 230 millones), con un mensaje ecologista evidente y algún guiño gratamente antibelicista concentrado en el personaje del coronel Miles Quaritch, pero decepcionantemente previsible durante casi todo su desarrollo.

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