
Los mercenarios es un producto cinematográfico que no engaña a nadie y que ofrece lo que se prometió desde el primer día en que se gestó el proyecto: acción de los 80 con los medios técnicos del 2010. Aparentemente, esto es algo que El equipo A, desde una perspectiva semblante, también promete y consigue sin demasiado esfuerzo, de manera razonablemente satisfactoria. ¿En que se diferencian, pues, The expendables de las nuevas andaduras de Hannibal Smith y sus hombres?
Fácil: en su inteligente y eficaz explotación de la mitomanía más macarra (el elenco de la película de Stallone es difícilmente superable) y, sobre todo, en su voluntad autorreferencial, una voluntad consciente y muy marcada que minimiza la importancia del argumento haciéndolo básico, casi ridículo.
Esta voluntad autorreferencial va desde el guiño directo a la realidad (me refiero a la escena que protagonizan Willis, Arnold y Stallone), hasta la acción hiperbólica (explosiones y desmembramientos son más propios del gore y el anime que de un film al uso), pasando por la parodia no declarada (inconsciente, diría yo) y una evidente nostalgia. Una cualidad autorreferencial que distingue y ensalza a la nueva película de Stallone con respecto a otros films similares, pero que sin embargo se queda corta, dejando la sensación final de que la veta se podría haber explotado mucho más, emplazándonos a una segunda parte para ver lo que da de sí. Mientras tanto, abróchense los cinturones y diviértanse. La ocasión lo merece.
Lo mejor: El personaje interpretado por Mickey Rourke y la BSO (Thinn Lizzy, John Fogerty)
Lo peor: Que la broma se podría haber estirado muuuucho más.
Fácil: en su inteligente y eficaz explotación de la mitomanía más macarra (el elenco de la película de Stallone es difícilmente superable) y, sobre todo, en su voluntad autorreferencial, una voluntad consciente y muy marcada que minimiza la importancia del argumento haciéndolo básico, casi ridículo.
Esta voluntad autorreferencial va desde el guiño directo a la realidad (me refiero a la escena que protagonizan Willis, Arnold y Stallone), hasta la acción hiperbólica (explosiones y desmembramientos son más propios del gore y el anime que de un film al uso), pasando por la parodia no declarada (inconsciente, diría yo) y una evidente nostalgia. Una cualidad autorreferencial que distingue y ensalza a la nueva película de Stallone con respecto a otros films similares, pero que sin embargo se queda corta, dejando la sensación final de que la veta se podría haber explotado mucho más, emplazándonos a una segunda parte para ver lo que da de sí. Mientras tanto, abróchense los cinturones y diviértanse. La ocasión lo merece.
Lo mejor: El personaje interpretado por Mickey Rourke y la BSO (Thinn Lizzy, John Fogerty)
Lo peor: Que la broma se podría haber estirado muuuucho más.