sábado, 2 de febrero de 2008

13 Tzameti. Sólo puede quedar uno



Sébastien es un joven huraño que lleva, junto a su familia, una vida gris y llena de penurias económicas. Mientras trabaja reparando el techo de una casa, su propietario, poco después de haber recibido una extraña convocatoria que supuestamente le hará ganar mucho dinero, muere de una sobredosis de morfina. Sébastien recupera el sobre convocante y decide presentarse a la cita en lugar del difunto. Las instrucciones que contienen la misiva le llevarán a un apartado y destartalado caserón donde se celebra una gran timba de ruleta rusa con decenas de apostantes. El superviviente de tan macabra partida conseguirá una cuantiosa suma. De los trece participantes (tzameti significa trece en lengua georgiana), Sébastien es el decimotercero. Sólo podrá quedar uno.
Película-debut del director de origen georgiano Géla Babluani, 13 Tzameti fue toda una sensación en la pasada edición del Festival de Sitges, pues, aunque no se trata de una película de corte fantástico ni por asomo –en lo genérico nos hallamos ante un thriller minimalista algo pasado de rosca, y en lo estético ante una propuesta en B/N de realismo lúgubre-, la seca e incontenida violencia que transmiten algunas de sus imágenes hicieron, sin llegar a los niveles del gore, las delicias de los amantes de la explicitud y exceso de hemoglobina. Aunque no sólo por eso destaca 13 Tzameti, pues la dureza y el frenético desespero que el relato de tan macabro juego transmite no se quedan en el simple tiro a bocajarro. Como en El Cazador de Michael Cimino, cada ronda es disputada al límite de la locura por un número menguante de participantes, perdedores natos que, pese a temer a la muerte, poco tienen por lo que luchar en vida. Mediante una hábil y equilibrada dirección, tan expresiva como seca, tan sórdida y austera como sosegada, esta desesperación cala también en los huesos del espectador desde el primer fotograma, produciendo la inquietante y permanente sensación de que la tragedia se cierne de manera inexorable sobre su protagonista, interpretado por el hermano del director.
La cosa parece bastante unánime: Premiada en el Festival de Venecia con el galardón a la mejor dirección novel, y en Sundance con el gran premio del jurado, 13 Tzameti transmite ahogo a todo aquel que la ve. Hollywood, en otro ejercicio de captación derivado de su atrofia imaginativa, se ha hecho eco de tan grata revelación y ya prepara un remake. Esperemos que la presencia en el proyecto del mismo Géla Babluani como director garantice la pervivencia de las virtudes de la versión original.

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